Un pequeño oasis goloso
HOFMANN, en Barcelona, clásicas recetas saladas con un gran surtido dulce
Tarde o temprano, la polifacética e hiperactiva Mey Hofmann tenía que realizar su sueño. Cinco meses después de que desdoblara su escuela de cocina en el corazón de El Borne para trasladar el restaurante a otra zona de Barcelona, el nuevo restaurante Hofmann, ejemplo de diseño y racionalidad estética, sigue registrando llenos cotidianos.
¿Cuál es el secreto de una fórmula que suscita la envidia de no pocos establecimientos similares? Fundamentalmente, una carta corta compuesta por platos tradicionales burgueses entre los que figuran algunas recetas fetiches por las que su artífice siente devoción desde hace años. Propuestas que no asumen riesgos creativos y que, en cierta medida, equivalen a las pruebas de graduación de los alumnos de su escuela.
HOFMANN
Granada del Penedés, 14-16. Barcelona. Teléfono 932 18 71 65. Cierra sábados y domingos. Precio medio: entre 80 y 100 euros por persona (vinos aparte). www.hofmann-bcn.com. Salteado de cigalas con garbanzos y cebolla, 25 euros. Bacalao glaseado con alioli sobre espinacas, 33 euros. Costillar de cordero con salsa de anchoas, 40 euros. Tarta tatin con espumoso de leche de oveja, 12 euros.
Cocina ... 7
Pan ... 6
Postres ... 8
Café ... 9
Bodega ... 7
Aseos ... 7,5
Servicio ... 7
Ambiente ... 8
Composiciones barrocas
Al margen de otras conjeturas, ¿es posible plantearse un menú a la inversa de tal manera que los postres condicionen las sugerencias saladas? En Hofmann, pequeño paraíso goloso, la respuesta es afirmativa. Hasta tal punto que ciertos clientes sustituyen los almuerzos al uso por surtidos de dulces, o los componen con un entrante y dos postres.
Composiciones tentadoras, aunque demasiado edulcoradas y barrocas, que no escapan a una cierta decadencia dentro de su aparente elegancia. Como muestra, el fluido de chocolate Palmira (chocolate con habas de cacao porcelana), con helado de vainilla, campana de caramelo y grosellas. O su pastel de espuma de queso relleno de bombones con frambuesas y sorbete de arándanos, juego de contrastes lácteos y frutales. O la tarta tatin con helado de leche de oveja y nata espumosa, superposición de sensaciones ácidas y golosas. La relación prosigue, entre otras, con una artística versión de la piña colada, y con un tiramisú crujiente al helado de sabayón al cava.
Clasicismo que extiende su refinamiento a los platos de cocina. Lo que resulta difícil de entender es la obsesión de la casa por mantener inamovibles determinadas especialidades de espaldas a los productos de temporada. No es lógico que durante los meses fríos se ofrezca su tarta salada de sardinas, periodo en el que este pescado, bastante insípido, resulta anulado por el sabor del orégano y la mantequilla de la masa.
PULIDA ORTODOXIA
DESDE LOS APERITIVOS hasta los postres, todo lo que llega a las mesas de Hofmann lleva el sello del equipo docente de la escuela. Influencia que se hace patente en sus cocinas, por las que deambulan profesores y alumnos en prácticas.A lo largo de la carta, entrantes y segundos mantienen su pulida ortodoxia. Se puede empezar con unas judías verdes con láminas de foie-gras a la vinagreta, o bien con una escudella y carn d'olla (carne de cocido) en tarrina. No desilusionan los tagliatelle con setas, nata y huevo poché, y dan la talla las cigalas salteadas con garbanzos y cebolla, a pesar de que las legumbres acusan exceso de hollejo. Entre los pescados, que no se olvidan de la ventresca de atún al pesto, ni del salmón en mil hojas de beicon, figura un bacalao glaseado con alioli sobre espinacas, pasas y piñones, tan clásico como irreprochable.Con las carnes (costillar de cordero con salsa de anchoas; carrilleras de cerdo con puré de patatas), Hofmann no abandona su estilo. En esa línea se encuentra el solomillo de vacuno (no de buey como indica la carta) a la salsa bearnesa, con unas verduras que acusan el insidioso requemado de la plancha. Otro aspecto discutible es el que concierne a su cesta de panes, muestrario de pastelería tan delicioso como inadecuado. Selección de minipiezas (pan de panceta, cruasán con tomate, pan alemán con frutos secos) ideales para desayunar o merendar, que acompañan bastante mal la comida y poco tienen que ver con las auténticas piezas de panadería.
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