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Reportaje:DISEÑO

La síntesis de todas las artes

Nada es lo que parece. El envoltorio plástico de unas bombillas puede convertir sus redondeces en la evocación del escote vertiginoso de Jane Russell o un preservativo servir de base elástica para una interpretación visual de La foule, mítica canción de Edith Piaf. En manos de Massin, de Massin el mago, todo se transforma. Incluso una entrevista puede ser otra cosa.

La cita es en su casa, a las nueve de la mañana, en Montparnasse. Pero no, no vamos a instalarnos en ese piso repleto de carteles de cine sino que nos vamos. A Etampes, en las afueras de París. Conduce él, con un nervio y una agilidad impropias de un chófer que ha superado los 80 años. "Antes, cuando no había radares automáticos, podíamos ir de París a Etampes en 35 minutos. Ahora hay que contar una hora". Su compañera guarda el gato a sus pies. Yo, en la banqueta trasera, me ocupo del perro.

"Un tipógrafo italiano antifascista me enseñó todo lo que había que saber. Se aprende en unas pocas semanas"
Prepararle las casillas de los crucigramas a Tristan Bernard no era un oficio con futuro. En 1946 viaja a Alemania

Massin nació en Chartres, en 1925, hijo de Henri Bassin, grabador y escultor, y de Palmyre Foyret, profesora. Le pusieron Robert pero él ha acabado por llamarse Massin a secas, como las marcas que ha contribuido a popularizar. "Mi primer trabajo en París lo tuve como secretario de Tristan Bernard. Le preparaba la rejilla de los crucigramas. Oficialmente, los había inventado él. Yo quería ser escritor. O director de cine. Él era un hombre extraordinario. Había escrito más de 150 obras de teatro y un número importante de novelas. Recitaba de memoria un acto de una pieza de Victor Hugo sin ninguna vacilación. Por su casa pasaba cada día mucha gente y, entre los habituales, el actor Michel Simon o el político Leon Blum".

Massin se ha creado otros ritos. Todos los viernes por la mañana abandona la capital para dirigirse a su segunda residencia, un conjunto de cuatro edificios que, siglos atrás, eran una granja. "En su origen era un albergue en el que las diligencias cambiaban de caballos y en el que podían reposar los viajeros. Luego, a principios del siglo XX, se transformó en fonda. Unas pocas habitaciones y una cocina que pronto se hizo famosa. Durante los años veinte Foujita y Kiki de Montparnasse venían regularmente. Luego, durante la guerra, todo cambió y la clientela se hizo escasa y sospechosa. El lugar acogió a un mafioso acusado del asesinato de la amante de un ministro italiano, pasó a ser propiedad de un abogado suizo implicado en tráficos turbios, etcétera. Cuando compramos el conjunto, con mi esposa, todo estaba muy destartalado pero, de cuando en cuando, aún recibíamos llamadas de personas que querían reservar una habitación y no ser vistos por nadie".

Todo esto Massin lo explica de pie, en medio del patio, delante de la puerta de su casa y apuntando, con el gollete de una botella de champaña, hacia la verja que aísla el jardín de la carretera. "Cada viernes descorcho una y siempre consigo que el tapón salga disparado y acabe en el camino", dice riéndose mientras su perro Charlus celebra un gesto que reconoce ladrando alrededor de su amo. Luego, en la cocina, con una copa en la mano, corta las patatas con una pieza metálica ondulada. "¡Tiene más de 70 años! Gracias a ella mis patatas ofrecen mayor superficie de cocción y pueden ser crujientes y doradas por fuera y blandas por dentro".

Prepararle las casillas de los crucigramas a Tristan Bernard no era un oficio con futuro. El verano de 1946 viaja a Alemania. "París-Hamburgo eran 24 horas de tren. Por el puerto de la ciudad alemana tenía que pasar el Exodus, el barco que iba a Israel. Quería hacer un reportaje y llevaba en la cabeza una entrevista. Al llegar me lo robaron todo, la máquina de hacer fotos y el dinero. Me puse a lavar platos. ¡18.000 piezas de vajilla diarias! Luego seguí hacia el norte, a Suecia y Finlandia. Ahí, sin darme cuenta, me metí en territorio soviético. Me hicieron prisionero. Pensaban que era un espía. La embajada francesa tardó algunos días en poder rescatarme. Luego, en Dinamarca, a través de un embajador, por fin encontré la pista de Louis-Ferdinand Céline".

La pasión por la literatura protegió a Massin del sectarismo político. Céline estaba exiliado. Era tan gran escritor como fanático antisemita. En la Francia de 1945, recién liberada, hubiera terminado ante un pelotón de ejecución. "En Copenhague vivía en una buhardilla, en un sexto piso. Cuando comprendió que le admiraba por el estilo y la potencia de Viaje al fin de la noche, aceptó recibirme. Estuvo hablando más de dos horas, sin parar. Cuando regresé a París publiqué la entrevista en el semanario La Rue. Íntegra".

El libro que Laetitia Wolff ha publicado sobre Massin en la editorial Phaidon cuenta la vida y milagros de éste pero, sobre todo, cuenta su labor ingente como grafista -"un oficio que no existe: nos alimentamos de teatro, literatura, televisión, filosofía, arquitectura..."- que, desde 1948, trabaja para el Club Français du Livre (CFL). "Había restricciones de papel. La guerra había destruido las redes de distribución de libros. El club ofrecía lugares de lectura y, sobre todo, ventas a domicilio. Un tipógrafo italiano antifascista me enseñó todo lo que había que saber. Se aprende en unas pocas semanas. Mi primer libro me lo encargó Antonio Soriano, que durante muchos años tuvo la librería española en París. Era un Platero y yo ilustrado por Lobo. Hice la maqueta. Luego empecé a realizar las maquetas de los boletines del CFL, más tarde las cubiertas de sus libros".

Muy pronto el trabajo de Massin hizo que los libros del CFL y del Club du Meilleur Livre fueran realmente "mejores" que los publicados por las grandes editoriales. "A partir de 1958 empecé a trabajar para Gallimard. Durante dos años seguí colaborando con otras editoriales, o haciendo cubiertas de discos, o carteles para el Ministerio de Cultura, pero a partir de 1960, en calidad de director artístico de Gallimard, tengo que ocuparme de la creación de nuevas colecciones y de poner en pie un departamento de creación gráfica. Gaston Gallimard, al principio, no entendía para qué. 'Nosotros trabajamos con palabras, no con imágenes', decía. Por ejemplo, tuve que convencerle de que era mejor vender los libros con las páginas ya abiertas, que el lector no tuviera que ir cortándolas". Cuando tuvo entre las manos las cubiertas de colores deslumbrantes de la colección Soleil o el formidable ejemplo de inventiva que son los volúmenes de bolsillo de Folio, Massin ya no tuvo que volver a justificar su trabajo. Pero de la colección de la que está más orgulloso es L'Imaginaire. "Cuando le presenté a Claude Gallimard las maquetas de los 19 primeros títulos, creyó que tenía que elegir una. ¡Se trataba de aplicar a la creación gráfica los principios de las variaciones musicales, de declinar un tema!". Sus desencuentros con los Gallimard se acaban en 1979 porque Claude no se decide a delegar en Massin la dirección de una colección. Y él se va. Primero a Hachette; luego, tras la irrupción en esta última editorial de una pléyade de ejecutivos especialistas en Bolsa, recupera su condición de creador independiente.

La interacción entre las artes es el gran tema de Massin. Ya hemos citado la interpretación tipográfica que hizo de una canción de Piaf. Su colaboración con Ionesco para La cantante calva- -"su primer título era La hora inglesa: y las primeras representaciones no gustaban a nadie porque aquello les parecía absurdo, ahora hace más de 50 años seguidos que interpretan la obra y el teatro siempre estando lleno"- le valió premios internacionales. Pero su gran pasión actual son las tipografías expresivas. "Pongo en relación la voz humana y la música con la tipografía y el color. Pierre Boulez me ha dicho que mi interpretación del Pierrot Lunaire de Schönberg era la más justa que jamás había visto".

Massin. A unique insight into the creativity of Robert Massin. Laetitia Wolff. Phaidon. 445 ilustraciones en color y 28 en blanco y negro. 208 páginas. 39,95 euros.

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