Votar en Zimbabue
Pese al fraude electoral, la desesperación del país africano amenaza la dictadura de Mugabe
Nadie puede ganar sin amañarla una elección en un país donde una barra de pan costaba ayer 6,6 millones de dólares locales en el mercado oficial y 15 millones en el negro; donde la esperanza de vida ha pasado de 63 años, en 1990, a poco más de 37 ahora; donde el 80% de sus habitantes no tiene trabajo y sobreviven con poco más de un euro al día, la escasez de comida es crónica y el PIB lleva cayendo siete años. Ese país es Zimbabue, no hace mucho el granero de África, en el año 28 de la dictadura sangrienta de Robert Mugabe, donde la oposición asegura haber ganado las elecciones presidenciales del sábado y el Gobierno del tirano, de 84 años, anuncia que cualquier prematura proclamación de victoria será tratada como un golpe de Estado.
Mugabe falsificó los resultados de las tres anteriores elecciones e intenta amañar sin pudor la actual, celebrada sin observadores independientes internacionales, sin que nadie ajeno al poder controle el recuento en marcha, con millones de papeletas impresas más de las necesarias y censos fantasma. La intimidación policiaca previa se ha combinado con el reparto de comida a cambio del voto al eterno presidente a cargo del partido gobernante, ZANU-PF, en otro tiempo respetable movimiento anticolonialista y ahora en manos de una claque de ladrones. Incluso los observadores surafricanos, los mismos que hicieron la vista gorda ante el fraude escandaloso de 2002, han denunciado miles de votos falsos en la jornada electoral. El Gobierno de Suráfrica, para bochorno de su partido, ANC, es cómplice directo hace más de una década de la tiranía de Zimbabue y su legitimador internacional. El argumento, trágicamente y una vez más, reza que criticar al antiguo guerrillero Mugabe significa traicionar a África.
Pese al escenario descrito, es la desesperación colectiva la que por primera vez desde 1980 pone en peligro al anciano Mugabe, el camarada Bob, como le llamara su valedor Nelson Mandela. Y la que explica, a falta de resultados oficiales, la euforia inicial de la oposición representada por Morgan Tsvangirai y el ex ministro defector Simba Makoni, aparentemente ajenos a las palabras de Mugabe este fin de semana: "Nunca mientras yo viva gobernará este país el Movimiento por un cambio Democrático".