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EL LIBRO DE LA SEMANA

Sin lastre visual

J. Ernesto Ayala-Dip

Para entender ciertos resortes de las novelas anteriores de David Trueba no habría que perder de vista su trabajo de guionista y director de cine. Y para entender ciertos matices en el tono de la novela que ahora se comenta habría que reparar en su condición de guionista y director de comedias (si exceptuamos Soldados de Salamina). Trueba fue guionista en Two much, La niña de tus ojos, de su hermano Fernando, Amo tu cama rica, Los peores años de nuestra vida y el documental Balseros. Como director, sus películas fueron La buena vida, Obra maestra, Soldados de Salamina, Bienvenido a casa y La silla de Fernando. Tal vez en ninguna de sus dos novelas anteriores Trueba alcanzó tanta nitidez y profundidad expresiva como la que alcanza en Saber perder. Mantiene intacta su habilidad para conjugar reflexión introspectiva y humor. Un equilibrio que no siempre se logra si no es para subordinar uno al otro. Y ahonda su dibujo para representar la naturaleza humana de sus criaturas de ficción. La agilidad narrativa de Abierto toda la noche (1995) y Cuatro amigos (1999) cede paso en Saber perder a la lentitud que exige una materia narrativa tan inclinada a no dejar sin argumentos, sin demorada explicación (aunque el relato no se prive de nexos elípticos siempre oportunos y eficaces), todas las peripecias que se cuentan. Lo que quiero decir con ello es que me parece que su nueva novela ha soltado (a eso me refería también cuando hablé en algún tramo de esta reseña de madurez) cierto lastre visual, cierta velocidad fílmica. Me gustaría hablar también de la ternura en esta novela. El manejo inteligente de comedia agridulce con que está insuflada (esa influencia que se ha rastreado en Trueba de las comedias de Jardiel, Neville) trabaja a favor de la representación de sentimientos de complicado gobierno. La ternura es uno de ellos. Y para suerte de Saber perder, el autor nunca cae en el ternurismo. David Trueba ha sorteado la demagogia sentimental y la búsqueda fácil de cómplices contemporáneos.

Unas palabras sobre la tercera persona. Hay quienes desautorizan el uso de ésta en la novela de nuestros días. Trueba demuestra que la voz omnisciente tiene todavía poderosa vigencia. Y que esta voz narrativa no es única, como enseñaron Conrad y Henry James. En Saber perder, la voz omnisciente no cuenta todo lo que ve y lo que no ve. Narra lo que le permite su ambiguo diálogo con los personajes.

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