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Necrológica:EN LA MUERTE DE MENCHU GAL, PINTORA
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Celebración de la pintura

La pintora Menchu Gal (Irún 1919-2008) falleció el miércoles día 12 en su ciudad natal, pero la memoria de su dilatada trayectoria artística quedará preservada en el nuevo museo que llevará su nombre y que acogerá también la obra de otros pintores del Bidasoa. Nacida en un entorno culto, tuvo un inicio precoz en la pintura y asistió a la academia de Gaspar Montes Iturrioz, quien fuera uno de los pioneros de una tradición que se ha reconocido como Escuela del Bidasoa. Esta tradición que renovó la pintura vasca del paisaje, de orientación costumbrista, y la vinculó a la herencia posimpresionista de Cézanne a través del influjo de Vázquez Díaz y de Regoyos, tuvo continuidad en la pintura de Bienabe Artia (1899-1987) y, de modo singular, en la obra de Menchu Gal.

Sin haber cumplido 15 años, en 1933 acudirá a París para asistir a un curso en la academia de Ozenfant; y en esa ciudad el asombro que le procura la pintura moderna de Matisse, modulará en el futuro su pintura vitalista y delectante. Posteriormente, una estancia en Madrid para completar su formación en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, le permitirá conocer a Aurelio Arteta, a la sazón profesor de la misma. La Guerra Civil truncará su formación y con su madre se exilia en Francia, donde pintará piedras de río para venderlas como pisapapeles. Tras la guerra residió en Madrid, donde participó en el grupo de pintores que se ha conocido como la Escuela de Madrid, siendo la única mujer de ese colectivo que renovó la escena de la pintura figurativa y de paisaje. En esa ciudad trabó amistad con Benjamín Palencia, cuyo magisterio pictórico era reconocido por Menchu y sus compañeros.

Así, la economía compositiva del paisaje y la atmósfera cromática de ese artista pareciera recrearse en obras como Campos de Castilla (1970) o Cepas (1980). La emergencia de otros grupos como El Paso, que llevaron la pintura realizada en el contexto español a nuevos dominios abstractos e informalistas, eclipsará en buena parte a esa corriente fiel a una figuración y a un expresionismo lírico en la que se inscribe la pintura de Menchu Gal. No obstante, en 1959 le llega su primer gran reconocimiento al recibir el Premio Nacional de Pintura, siendo la primera mujer en lograrlo.

No perdió nunca su vinculación con Irún y el Bidasoa, donde acudía a menudo, y cuyos paisajes motivaron numerosas obras. Sin apenas bocetos, ha movilizado una pulsión pictórica muy libre reconocible en su trazo pictórico, en la composición y el uso del color. Fiel a un naturalismo que expresaba una poética de la sensación y un acucioso vitalismo, tuvo a partir de los años sesenta una declinación menos figurativa. Se reconoce esa apertura hacia composiciones más abstractas en pinturas como Paisaje de Navia (1965) y en obras que recreaban sus afecciones y representaciones de paisajes vascos (magníficos los realizados en Remelluri, por ejemplo) o castellanos, como Fuente del Fresno (1987). Lo relevante para esta pintora ha sido la celebración de la pintura como sede de lo visible y de lo imaginado captado por una sensibilidad tramada de afecto por la memoria de la naturaleza y de los lugares.

Los numerosos premios recibidos acompañaron su trayectoria creativa y su deseo de hacerse paisaje, de habitarlo a través de formas y colores libres. Y hasta sus últimos días, el deseo de pintar ha cifrado una atención a lo bello misterioso de la naturaleza y de lo humano.

Fernando Golvano es profesor de la UPV-EHU y crítico de arte.

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