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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El catador de venenos

Javier Ocaña

Los samuráis de las películas de Yoji Yamada no son los habituales héroes imperturbables de estricto código ético y comportamiento épico. Como dice el protagonista de Love and honor, última entrega de su crepuscular trilogía de las espadas sin filo, los de su casta habitan "el lado más oscuro de la cocina del señor". En El ocaso del samurái (2002), candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, su protagonista era un viudo, pobre de solemnidad, a cargo de las tareas domésticas y de dos hijas pequeñas; en The hidden blade (2004), el guerrero sólo soñaba con llevar a su enamorada de viaje para ver el mar; y en Love and honor, la valerosa tarea del fiel vasallo consiste en servir de arriesgada estación de paso: probar la comida antes que el amo del castillo para evitar los envenenamientos de éste (que no de aquél, por supuesto).

LOVE AND HONOR

Dirección: Yoji Yamada.

Intérpretes: Takuya Kimura, Rei Dan, Mitsugoro Bando, Takashi Sasano.

Género: drama. Japón, 2006.

Duración: 121 minutos.

La restauración del emperador Meiji, durante la segunda mitad del siglo XIX, está revolucionando el Japón clásico y los tiempos se agotan para no volver nunca más. Por eso en la trilogía de Yamada, como en los westerns crepusculares, domina la melancolía y la nostalgia. Sin embargo, como en esas películas del Oeste donde el héroe resurge desde sus tinieblas para, cual fantasma venido de otro tiempo, acabar con la mala hierba, en Love and honor el samurái aún no ha dicho la última palabra. Yamada quizá no alcance la potencia visual de Hiroshi Inagaki (algo así como el David Lean japonés) ni la trascendencia ética de Akira Kurosawa. Sin embargo, donde destaca el veterano cineasta japonés es en la ternura de sus dramas, en la sensibilidad para abrazar a sus personajes y en la intensidad de su lirismo. El obligado haraquiri del guerrero manchado en su honor deja paso a la placidez del regocijo más cotidiano. Y en esa cotidianidad del lado más oscuro de la cocina del señor, Yamada es un remanso de belleza.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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