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Columna
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Regla no escrita

Las reglas de juego en todo sistema político democrático están fijadas por escrito. Por eso hay que hacer constituciones, estatutos de autonomía, leyes electorales, reglamentos parlamentarios, etcétera. Sin normas conocidas no es posible que se desarrolle la competición política, como ocurre, por lo demás, con cualquier otro tipo de competición.

Pero la competición política no se desarrolla únicamente con base en las normas escritas, sino que en ella tienen también importancia, a veces mucha importancia, normas no escritas, que no han sido acordadas por nadie, pero que resultan de inexcusable cumplimiento. Alguna, como es la celebración de debates electorales en televisión, debería ser una norma no escrita de inexcusable cumplimiento, pero todavía no lo es, aunque es probable que, a partir de la experiencia de esta última campaña electoral acabe siéndolo. Pero hay otras que sí operan y que tienen suma importancia en la adquisición y el ejercicio del poder.

Por ejemplo, la regla de que únicamente el partido que gane las elecciones generales puede constituir Gobierno, independientemente de que fuera posible la constitución de una mayoría alternativa por parte del partido que hubiera quedado en segundo lugar. Esta norma no está escrita en ningún sitio y no es ni siquiera coherente con la naturaleza de la forma parlamentaria de gobierno, pero es así. La explicitó por primera vez Felipe González en las elecciones de 1993. Se confirmó en las elecciones de 1996 y no se ha puesto en cuestión desde entonces. De ahí que Mariano Rajoy en la reciente campaña electoral la recordara, añadiéndole la precisión de que la victoria se mide en escaños y no en votos. Es decir, que habría que respetar la norma, aunque el partido que fuera segundo en número de escaños fuera el primero en número de votos.

Esta regla que ha sido aceptada para la constitución del Gobierno de la nación, se invierte, sin embargo, en los otros dos niveles de gobierno, el autonómico y el municipal, en los que se admite sin ningún tipo de problema que se constituya gobierno mediante la alianza de varios partidos, ninguno de los cuales ha ganado las elecciones.

La competición política se desarrolla, pues, bajo reglas distintas en el ámbito estatal y en los ámbitos autonómico y municipal. En el ámbito estatal es un enfrentamiento casi exclusivo entre los dos grandes partidos de gobierno, PSOE y PP. En los otros dos ámbitos la nómina de los competidores se amplía. Hay, como consecuencia de ello, como un mayor margen de libertad para el ciudadano a la hora de emitir su voto en unas elecciones autonómicas y locales que en las elecciones nacionales.

Ello afecta a todos los partidos. El voto para IU, por ejemplo, se retrae en unas elecciones generales, a fin de evitar que el PP pueda ganar las elecciones, mientras que no lo hace en unas elecciones autonómicas, en que su voto para la constitución de un gobierno de izquierda es un voto útil. Para el PSOE, a la inversa, la tendencia a la concentración del voto de izquierda es superior en las elecciones nacionales que en las autonómicas, independientemente de que se celebran conjuntamente o no.

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Al PP le afecta de manera distinta. Mientras que el las elecciones generales al PP le basta con quedar por delante del PSOE, en las elecciones autonómicas tiene que quedar por delante del PSOE e IU, porque, de lo contrario, no podrá formar Gobierno.

Analizados desde esta perspectiva los resultados electorales andaluces, ponen de manifiesto lo lejos que está todavía la posibilidad de una auténtica alternativa de gobierno en nuestra comunidad. Hay casi veinte puntos de distancia entre la izquierda y la derecha.

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