Egipto tendrá que definirse como país laico o confesional
Mohamed Ahmed Hegazi, un egipcio de 25 años, ha desatado la controversia al pretender que los tribunales reconozcan su conversión al cristianismo. "Es el primer caso", asegura su abogado, Gamal Eid, durante una reciente entrevista en su despacho en El Cairo. De momento, el primer fallo ha resultado tan ambiguo que el joven ha decidido recurrirlo. Pero más allá de su peripecia personal, el caso Hegazi abre el debate sobre la libertad de religión en el mundo islámico y obliga a Egipto a definirse como país confesional o laico.
"Si mi padre me encontrara, me mataría", ha confiado Hegazi a su abogado. El joven, que prefiere que la gente se dirija a él por su nombre cristiano, Bishoy, no da entrevistas en directo ante las sospechas de que tanto los extremistas musulmanes como la policía le pisan los talones. Su osadía le ha hecho perder su trabajo en un periódico y vivir de forma anónima en un barrio en el que nadie le conoce.
"La legislación permite el cambio de religión", afirma Eid, que dirige la Red Árabe de Derechos Humanos. Samer Soleiman, de la Comisión Nacional contra la Discriminación, no está tan seguro. "Hay contradicción entre el artículo 40 de la Constitución, que garantiza la igualdad de todos ante la ley sin discriminación por razón de religión o credo, y el artículo 2 que establece que el islam es la religión del Estado y la jurisprudencia islámica sharía, la principal fuente de legislación", explica.
En efecto, convertirse al islam resulta muy sencillo para cualquier egipcio de otra confesión. Basta con que acuda a Al Azhar, la sede de la principal autoridad suní, haga la profesión de fe y en tres días sus papeles reflejarán su nuevo credo. Es lo contrario lo que plantea problemas. De acuerdo con la interpretación generalizada de la sharía, un musulmán no puede renunciar a su fe. Si lo hace se convierte en un apóstata y la apostasía está castigada con la pena de muerte. Ése es el destino que piden para Hegazi la mayoría de los imames egipcios.
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