Imágenes de poesía
El malagueño Ignacio Guarderas, premiado por sus 'cortos'
Ignacio Guarderas (Málaga, 1976) decidió dejar la carrera de Física y cambiarla por un curso de guión cinematográfico en Madrid en busca de aventura. Ahora, dos cortometrajes suyos han sido seleccionados por el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada tras resultar premiados en otros certámenes españoles y ser proyectados en el ciclo Empiezas, en la madrileña Casa Encendida.
En la capital de España el joven no tuvo suerte pero no se sintió desafortunado: "Conseguí un trabajo como proyector en el cine Verdi y allí fue donde realmente aprendí a ver cine".
"Uno de mis principios como director es que el guión no debe de ser lo más importante, no puede abarcarlo todo. No se trata sólo de crear una historia, es necesario conseguir un lazo de comunicación. El ideal es que el espectador termine la historia, lo que a veces provoca que haya quien no pueda entenderla porque no ha sido capaz de cerrar el círculo", admite.
"Conseguí un trabajo como proyector y aprendí a ver cine"
"El ideal es que el espectador termine la historia"
Uno de los dos cortos presentados es el titulado Maneras de guardar un mirlo. Rodado en el barrio granadino del Albaicín, sugiere la historia de un hombre que cada vez que dobla una esquina regresa al mismo lugar, haciéndose imposible su huida. Este trabajo resultó premiado en el Festival de Jóvenes Realizadores de Rivas Vaciamadrid.
Otro trabajo es El día de San Juan, rodado en el Festival de la Palma, donde ha recibido un premio del público, gracias a una beca del anterior galardón. "Fue una oportunidad muy grande acudir a ese festival, que no es más que un campamento de cineastas".
Guarderas, acostumbrado a "parir" un cortometraje cada 12 meses, sin tener en cuenta algún "aborto", se vio obligado a escribir, producir, dirigir y montar un corto en una semana. "Aprendí muchísimo y logré el trabajo del que más satisfecho estoy", confiesa.
El día de San Juan es un cortometraje sin diálogo, con cinco planos, que no pretende contar una historia, sino "transmitir un sentimiento a través de imágenes, por lo que podría estar muy cercano a la poesía". Esas imágenes están protagonizadas por el rojo y el azul, que intervienen junto a los cuatro elementos, presentes en la cinta.
Tras estas dos experiencias cortas, Guarderas prepara su primer largometraje, consciente de que le volverá a "costar el dinero". "Estoy trabajando en un largo que se titulará El caminante y su sombra y que estamos rodando en la Alpujarra y en la costa de Granada", se ilusiona.
Con un presupuesto de unos 7.000 euros que ha sacado de su propio bolsillo, Guarderas ha decidido "pasar" de las ayudas de las instituciones públicas.
"Es cierto que existe cierto apoyo institucional a través de subvenciones, pero todo es bastante absurdo, está alejado de la realidad. Quien quiere lograr una subvención tiene que presentar un proyecto, y en base a ese proyecto se conceden o no. Esto provoca que se subvencionen proyectos, no cortos, por lo que se ha creado un gremio de verdaderos profesionales en la invención de proyectos en lugar de cortos", explica.
Sin embargo, no parecen preocupar de manera excesiva estas cuestiones a Guarderas, que mira a los ojos cuando se le pregunta si se va a dedicar a esto profesionalmente. "Yo ya soy cineasta. No necesito que nadie venga a decírmelo, lo digo yo, eso basta".
Reconoce que "lo más importante es la formación", aunque también es consciente de que en el mundo del arte, la formación suele producirse en el propio arte. Por ello, reconoce como maestros a sus autores de cabecera, entre los que se encuentran el iraní Abbas Kiarostami, algún autor nórdico de nombre imposible y los españoles Jaime Rosales, Isaki Lacuesta y Sergio Candel.
"El cine español de hoy es buenísimo, se ve muy poco pero es de muy buena calidad", explica a la vez que añade argumentos como que hay muchos cineastas "con los pies en el suelo, pegados a la realidad".
Es esa misma realidad que él busca para transformar en producción poética, aunque a veces opte por el género que en principio más dista de la poesía, el documental.
"Gané con un documental sobre los campos de olivos andaluces el premio Imaginera 2007. Gracias a su dotación he podido meterme en el largo", reconoce ahora, más cerca de la poesía que de la prosa.
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