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Reportaje:El arte útil | Diseño

Diseño autobiográfico

Anatxu Zabalbeascoa

Con frecuencia conviene alejarse de las cosas para verlas mejor. Es lo que se llama tomar distancia. Funciona con el tiempo y con el espacio.

El diseño y la arquitectura llevan años demostrando esa teoría de la vista cansada que, en realidad, tiene síntomas cercanos a la miopía e incluso a la ceguera, pero que se agrava con el cansancio y la falta de ilusión. Roberto Burle Marx, el paisajista más famoso del Movimiento Moderno, tuvo que viajar de Río de Janeiro, donde vivía, a Berlín para operarse de los ojos. Convaleciente, fue allí donde se percató de que su país, Brasil, era para él un gran desconocido. Paseando por el Jardín Botánico de Dahlem descubrió un sinfín de plantas tropicales que jamás había visto en su tierra.

Burle Marx no estaba solo en ese viaje lejano que tan reparadores efectos ejerció sobre su vista y su obra. También Sert construyó patios mediterráneos en su vivienda de Massachusetts, y la asturiana Patricia Urquiola diseña desde Milán con referencias a los pompones de su infancia en Oviedo. Con viajes y distancias, el diseño biográfico explica muchas de las mejores piezas de la historia del diseño. Burle Marx lo demostró hace 50 años pero aún hoy sucede en los antípodas de Brasil.

Naoto Fukasawa, uno de los diseñadores japoneses del momento, tuvo que vivir 10 años en Estados Unidos para aprender a ver su país. Cuando se vio obligado a explicarlo desde la distancia fue cuando, por fin, se decidió a mirarlo. Entonces lo vio. Luego regresó a Japón. Hoy, instalado en Tokio, se ha convertido en uno de los diseñadores más sutiles del mundo. Fukasawa es capaz de emplear tecnología punta para camuflar una lámpara en una baldosa. Japón desde EE UU, o EE UU desde Japón, le han enseñado a firmar una sutileza como ésa: una luz sin lámpara, o una luminaria invisible. También en diseño, a veces, basta un viaje para descansar la vista.

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