Remedios Varo la logicofobista

En estos días de lógicas aplastantes, mi imaginación está logicofobista (aunque esta palabra no exista en el presente, vivió con audacia en los años tricolores). Logicofobista, como Remedios Varo. Esta estupenda pintora y escritora nació, por azares de la profesión de su padre, ingeniero hidráulico, hace justo 100 años en Anglès, pueblo de la Selva entre los ríos Ter y Osor, se formó en Madrid y fue una de las artistas de la Exposición logicofobista que el galerista Dalmau montó en los sótanos de la librería Catalònia en mayo de 1936, en el número 3 de la Ronda de Sant Pere. Prodigiosamente, la librería sigue en pie.
Pero no encontraremos ninguna huella -una placa, por ejemplo- en la plaza de Lesseps, donde Remedios vivió entre 1932 y 1937. Esta ciudad no gusta de reconocer los lugares de sus espíritus más libres. No queda en pie el primer estudio de Picasso, en el número 4 de la calle de la Plata, y tampoco nada recuerda a Miró en la calle Nou de la Rambla, donde trabajó casi clandestinamente tras huir de la Francia nazi y antes de refugiarse en Mallorca. Paso a menudo delante de la casa donde vivió el músico Toldrà, en el 133 de la calle de Girona, y agradezco la placa que lo rememora. Los ojos descansan porque allí nacieron melodías. Me dirán ustedes que si la ciudad no recuerda los talleres de pintores eximios como Picasso y Miró, por qué razón debería recordar a Remedios Varo. Pues miren, porque es cuestión de tiempo -cuando sus herederos hayan puesto término a problemas legales diversos- que esta pintora, cuyo legado es mexicano, sea tan conocida por todas partes como su coetánea Frida Kahlo.
Los logicofobistas fueron surrealistas que se lo montaron por su cuenta, sin pedir permiso a París. Formaron el grupo en Lleida, nada menos. De la ciudad de la niebla surgieron con ímpetu y así tenemos hoy en la barcelonesa plaza de Orwell la escultura de Leandre Cristòfol, más conocida como el tripi, competidora en el favor de los jóvenes con el gato boteriano de la rambla del Raval. Remedios realizó en Barcelona unos fotomontajes deliciosos y potentes, en paralelo a sus trabajos para la casa de publicidad Thomson. Aquí conoció a una de sus parejas, el poeta francés Benjamin Péret, con el que se exilió primero a París y luego a México.
De la lógica imperante estaban hartos Remedios Varo y sus amigos. Ella incluso más, como Maruja Mallo, otra logicofobista. Las trayectorias y obras de estas mujeres libres lo confirman de principio a fin. Ser moderna cuesta lo suyo y no se deja de serlo así como así. En México desarrolló su magnética y persuasiva pintura, hasta su muerte en 1963. Su fértil colaboración con Leonora Carrington, inglesa indómita, también pintora y escritora, excéntricas y atrevidas las dos, es un legado sorprendente. Luis Buñuel y Octavio Paz se cuentan entre sus fans.
En el círculo de exiliados de Remedios estaba el fotógrafo Chiki Weisz. Lo presentó a Leonora y se casaron. Setenta años después, este mes de enero, se ha sabido que Weisz custodió y protegió 3.500 negativos inéditos de Robert Capa y Gerda Taro en la guerra civil española. Cuánta historia concita la Varo, cuánta y cuánta.
Ya en los ochenta del pasado siglo, el feminismo retomó su obra y la expandió. Así es como desde entonces sus imágenes resurgen aquí y allá, como si emanaran de sus Fuentes del Orinoco, uno de sus cuadros más célebres junto con Mujer saliendo del psicoanalista. El eminente estudioso mexicano Gonzalo Celorio la asimila a Remedios la bella de Cien años de soledad y ve su pintura como fundamento del realismo mágico latinoamericano... Logicofobista Remedios Varo, una desconocida más de la implacable lógica de este lugar.
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