La magia de la Copa
- "Al final de la tormenta
hay un cielo dorado". Letra
del himno de la afición del Liverpool:
You'll never walk alone.
Hace cinco semanas, el portero Luke Steele estaba jugando un partido del West Bromwich Albion B contra un equipo llamado Kettering Town. Según recuerda, había dos espectadores: su padre y un señor que vendía, o pretendía vender, hot dogs.
Un par de días después, su club, cuyo primer equipo juega en la Segunda División inglesa, recibió una llamada del Barnsley, también de Segunda. Se les había lesionado el portero titular. ¿Les haría el West Brom el favor de cederles a Steele por un mes? La respuesta fue que sí y, el siguiente fin de semana, Steele, de 23 años, jugó de titular contra el Liverpool en la FA Cup (Copa inglesa) en el estadio de Anfield ante 45.000 espectadores. Fue una roca entre los palos y el Barnsley, que en la vida real lucha contra el descenso a Tercera, vivió la fantasía de ganar por 1-2 y pasar a los cuartos de final contra el Chelsea.
Ese partido se jugó el fin de semana pasado. Steele jugó otra vez de titular y otra vez ganó, por 1-0, el Barnsley. En un par de semanas jugarán la semifinal contra el Cardiff City, otro equipo de Segunda que la semana pasada venció al Middlesbrough, de la Premier, por 0-2. Con lo cual el atónito Steele está a un partido de jugar la final del torneo de fútbol más antiguo en el nuevo estadio de Wembley y ante 80.000 espectadores.
Los otros dos semifinalistas son el Portsmouth, el único equipo de la Premier que queda en la competición y que, increíblemente, ganó al Manchester United en Old Trafford en los cuartos la semana pasada, y -vueltas que da la vida- el equipo al que Steele formalmente pertenece, el West Brom.
De lo cual se podría sacar la conclusión de que a los equipos grandes no les interesa mucho la FA Cup, como al Madrid no ha parecido interesarle demasiado esta temporada la Copa del Rey. Pero no es así. En absoluto, por más que los tres gigantes caídos sigan compitiendo, con mucha gloria, en la Liga de Campeones. El entrenador del Liverpool, Rafa Benítez, se quedó tan hundido como su afición tras la derrota en casa contra el Barnsley. Fue el momento en el que incluso sus fans más leales empezaron seriamente a cuestionarse la continuidad del español. Algo muy parecido ocurrió con el Chelsea. Su entrenador, Avram Grant, confesó que la derrota contra el Barnsley -ocupa el 19º puesto en la Segunda División- había sido el peor resultado de la temporada. En cuanto al entrenador del Manchester, Alex Ferguson estaba tan rabioso tras la derrota contra el Portsmouth que vomitó las peores barbaridades de su vidas contra un árbitro, lo cual es muchísimo decir.
Las conclusiones realmente válidas que se pueden sacar de las hazañas del Barnsley y los demás pequeños héroes de la FA Cup son otras. Primero, que en el fútbol la complacencia es uno de los enemigos más peligrosos que tiene un equipo grande. Segundo, que la garra es más importante que el talento. Sólo con talento, no se gana nada; sólo con garra, todo es posible. Está dando espectacular fe de ello esta temporada el Barcelona fantástico como la dio hace un par el Real Madrid galáctico.
La tercera lección de la parábola del Barnsley, que ganó la FA Cup por primera y única vez en 1912, es la que nos da Steele. El portero fichó por el West Brom en 2006, pero su entrenador no contó con él y no jugó su primer partido hasta diciembre de 2007. Recuperado el portero titular, volvió al equipo B. Ni él, ni su padre ni el señor que vende hot dogs en el estadio de Kettering Town se habrían imaginado el maravilloso destino que le aguardaba.
Steele nos enseña, una vez más, que, mientras queda vida, queda esperanza, pero también -olvídense de Hollywood- que el fútbol es la máquina de los sueños más grande que hay.
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