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Tan pasional como el Barça

Àngels Piñol

Inestable, pasional y con acentuadas tendencias fratricidas, la historia de los últimos 20 años de Esquerra es tan convulsa como una montaña rusa. Incapaz de gestionar su propio éxito, el partido tiene además la extraña habilidad de derrocar a sus líderes. Pasó en 1989 con Joan Hortalà, en 1996 con Àngel Colom y ahora no se sabe si Puigcercós se zampará a Carod o viceversa. Muchas de sus figuras relevantes acaban saliendo por la puerta de atrás en una extraña coincidencia con las estrellas del Barça. "Pues más o menos", dijo un diputado cuando se le planteó esa similitud. "Si las elecciones generales hubieran ido bien, quizá no estaríamos así".

Pero la pelota no entró, la crisis explotó y los militantes, igual que los socios del Barça, decidirán en las urnas si apoyan a Puigcercós o a Carod. Varios dirigentes coinciden en que Esquerra sufre cíclicamente estos temporales por su sobredosis de pasión. El diputado Joan Tardà afina el diagnóstico: "Somos un partido combativo porque nuestro ADN dice que somos de izquierdas, republicanos y anticorona". O sea, con un encaje difícil en el sistema. Y sus electores y militantes, con tantos matices, no son fáciles de contentar: a quienes les pesa más su alma de izquierdas no quieren ver ni en pintura a CiU, y a quienes les pesa más su alma nacionalista, al PSC. Y algo más: muchos de sus votantes tienen una rara aprensión a que sus líderes ocupen cargos públicos por si se apoltronan.

Pese a ese panorama complejo, Esquerra tiene un tesoro en su historia: abrió en 1991 sus puertas a los miembros de Terra Lliure a cambio de que dejaran la violencia. Colom fue el artífice de aquel éxito, que acabó en un indulto, y del salto a 11 diputados en el Parlament en 1992. Su reinado fue efímero. Acusado de dictatorial, mensaje poco izquierdoso, y de derrochador -se paseó en las campañas con un helicóptero que, dicen ahora, dejó la caja en ruinas-, Colom acabó en 1996 fundando otro partido de vida breve.

Josep Lluís Carod Rovira y Joan Puigcercós tuvieron el arresto -"nos temblaban las piernas", recuerda el segundo- de llevarle a Colom a su casa una carta de oposición firmada por 229 militantes, según cuenta el periodista Manuel Lucas en su libro sobre la historia reciente de Esquerra. "¿Qué hacéis aquí?", les dijo Àngel Colom, en albornoz, cuando les vio en el comedor de su propio hogar. Colom vive ahora en Marruecos. No quiere saber nada de ERC ni de esta nueva batalla, en la que quizá Carod o Puigcercós tengan el mismo destino de Colom. No en Marruecos, pero sí sorteando la bancarrota política.

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