La revolución del automóvil

Motores que se paran en los atascos para no contaminar, sistemas que recuperan la energía de los frenos para alimentar los accesorios (radioCD, climatizador), mecánicas turbo con más potencia y menos consumo... Estas soluciones que ya ofrecen algunos modelos de BMW, Toyota..., se incluirán a corto plazo en la mayoría de los coches nuevos y pueden reducir en más de un 10% las emisiones. Pero son sólo el principio del cambio que viene.

El automóvil vivirá en los próximos años una revolución profunda que ha empezado ya. Y aunque todavía no se conoce la solución final para alcanzar la compatibilidad medioambiental plena, si se intuye la hoja de ruta para resolver el gran reto pendiente que amenaza su existencia.

A las mejoras mecánicas citadas se unirán los modelos flexifuel, que podrán utilizar diferentes carburantes a la vez, como biocombustibles, etanol, gas natural e incluso nuevos formatos sintéticos. A medio plazo, aunque sólo en dos o tres años, llegarán los coches híbridos diésel, que combinarán un motor de gasóleo y otro eléctrico para circular en ciudad sin contaminar: gastarán apenas tres o cuatro litros. Los pronósticos hacia el futuro están más abiertos, porque las marcas tienen varias vías de investigación abiertas. La más avanzada es la del hidrógeno, que sólo emite vapor de agua por el escape, pero su producción de momento, exige un gran consumo de energía que anula sus ventajas, al menos si no se utilizan energías renovables o de origen nuclear. Además, hay diferentes compañías en Silicon Valley (California) y otros centros de investigación que desarrollan soluciones revolucionarias y pueden dar la sorpresa a medio plazo. Pero lo más importante es que el calentamiento del planeta y la concienciación social han logrado vencer por fin el muro que frenaba la toma de decisiones políticas.

Las rebajas de impuestos aplicadas por algunos gobiernos europeos, como el español, a los coches más limpios, han convertido la reducción de las emisiones en una necesidad: puede suponer diferencias de hasta un 10% en los precios de modelos rivales, lo que deja fuera del mercado a los más contaminantes.

Con estas premisas, bajar las emisiones es ya una inversión rentable, y esta es la mejor garantía de que el problema se resolverá en el futuro.