La Ballena Alegre nada bajo el Lyon
Un 'pub' quiere recobrar las tertulias literarias del viejo café de Alcalá, 59
Las pinturas al fresco de La Ballena Alegre, la cripta del café de Lyon por donde discurrió gran parte de la singladura de la vida intelectual del Madrid de las tertulias de antes y después de la Guerra Civil, siguen milagrosamente vivas en su tostada policromía, llamando a surcar los mares y a saltar sobre el oleaje desde las inmediaciones de la fuente de Cibeles, en la calle de Alcalá, 59.
A la parte superior del café, con sus mesas de mármol, acudía a tertuliar un estudiantón feliz, Federico García Lorca, con ruidosos amigotes. También el escritor filocomunista José Bergamín y el ministro republicano Sánchez Román. Una planta más abajo, departía otra tertulia José Antonio Primo de Rivera. Junto a él, José María Alfaro, Agustín de Foxá y Rafael Sánchez Mazas. El también falangista Jacinto Miquelarena tiene escrito que antes de la Guerra Civil, republicanos y falangistas compartían el mismo espacio del café Lyon en aparente vecindad benévola, si bien "los revólveres permanecían ocultos, pero a mano, en los bolsillos sobaqueros de los gabanes". Tras la contienda, frecuentaron el Lyon los escritores Dámaso Alonso, el Nobel Vicente Aleixandre y el filósofo Carlos Gurméndez, entre muchos más.
Cerrado el viejo Lyon en febrero de 1994, hoy ocupa la mitad de su lar un pub irlandés cuyo regente, Mathew Loughney, tiene un dilema: "Yo quiero recuperar el salón de La Ballena Alegre tal como era en los años treinta, con sus tertulias y su atmósfera original, pero la normativa municipal de incendios obliga a hacer un desembolso muy elevado", dice con fortísimo acento dublinés. "El pub tiene licencia para ser restaurante, pero ejerce como bar de copas", dice por su parte el gerente de la Junta Municipal del distrito de Salamanca. El entuerto administrativo está servido. Mientras tanto, el casi centenario salón esmaltado por el fresquista Hidalgo de Caviedes languidece hoy abarrotado de cajas de cerveza. "Eso sí, bien separadas de la pared para no dañar los frescos", matiza Loughney.
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