La hora antes
El resultado demuestra que la tendencia a la baja de un PP sin poder es imparable
Pocas situaciones (o ninguna) puedo imaginar más excitantes mediáticamente, para un adicto a los electrodomésticos de comunicación como yo, que la hora inmediatamente anterior a que se cierren los colegios electorales. Me armo de mando a distancia de TV, de un par de radios sintonizadas en diales alternativos, preparo Internet, me hago fuerte en el sofá y ansiosamente aguardo ese minuto posterior al fin de las votaciones para asistir, en primer lugar, a la comunicación de los sondeos a pie de urna, después a las declaraciones de los segundones de los partidos y progresivamente a la confirmación de resultados definitivos según avanza el goteo lento del escrutinio total.
Me imagino esa hora antes en las sedes de los partidos y en el subconsciente de los candidatos. Debe ser algo así como el tópico del túnel resplandeciente que describen los que aseguran haber vivido el umbral entre la vida y la muerte. Pero, fundamentalmente, es un arsenal de tópicos desordenados: "No vamos a hacer valoraciones antes de conocer los resultados definitivos", "mejoramos expectativas, según nuestras propias informaciones" y, finalmente, "estamos satisfechos" porque todos, de una forma u otra, se quieren presentar como ganadores.
Esta vez, sin embargo, ha habido un poco más de todo, intriga razonable entre los avances de los primeros sondeos, un resultado renovado en Galicia, la aparición de dos perdedores flagrantes (Izquierda Unida y Esquerra Republicana) y el morbo de saber qué harán el Partido Popular y Mariano Rajoy en una situación en que el lenguaje no verbal de la esposa de Rajoy contradecía las palabras.
Hay algo importante en los resultados de Galicia: este país tiene sus propias claves, su propia agenda política. Los resultados del PP no se parecen a España, van un poco por encima, los del PSOE, tampoco, van un poco por debajo, y los del BNG son cuantitativa y cualitativamente diferentes a los resultados de las opciones nacionalistas en Euskadi y Cataluña.
Mal consuelo tiene el PP argumentando la lectura de que es la opción más votada en Galicia porque el resultado demuestra que la tendencia a la baja de un PP sin poder es imparable y que Galicia presenta una mayoría social de ciudadanos bipartitos (PSOE-BNG) y nada bipartidistas. Estrategia demasiado arriesgada la del PSdeG si la vanidad le hace pensar en un futuro hegemónico sin el BNG. Y, finalmente, inteligencia politica es la que necesita el BNG para sentirse y aparecer como una fuerza singular y genuina, dado que las condiciones del país y las circunstancias políticas y electorales lo diferencian grandemente de CiU, PNV o Esquerra Republicana.
Los votantes de Galicia nos podemos sentir protagonistas y decisorios porque el resultado del PP aquí colabora a la imposibilidad de conseguir mayoría para gobernar en España, porque la subida del PSdeG sirve para sustentar la mayoría amplia de Zapatero y porque el heroico resultado del BNG, en plena epidemia bipartidista, le da opciones para negociar y decidir en los grandes asuntos de Galicia y de España. Se acabaron aquellos tiempos en que los nativos de Galicia, fuera del país, además de soportar los tópicos sobre el marisco y el narcotráfico, teníamos que explicar el proceso jurásico de la era Fraga.
En lo que nos afecta de forma inmediata, la gestión y continuidad del bipartito y en el respeto necesario a Galicia en lo que se decide en Madrid, estamos en mejor posición que esa "hora antes" de cerrarse los colegios electorales. La Xunta de PSdeG y del BNG ya no tiene excusas para ralentizar los cambios estructurales porque puede pensar con un segundo período por delante y el BNG tiene ahora un magnífico escenario para asentar un discurso propio porque va a ser decisivo en Presupuestos del Estado, leyes e investidura, y porque, por mucho que coincida con CiU y PNV en la visión plurinacional del Estado, nada hay aquí parecido al referéndum que quiere convocar Ibarretxe o al gobierno tripartito de Cataluña. La ansiedad de la "hora antes" ha desembocado en pluralidad y renovación.
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