Los 11 diputados de Duran salvan a CiU de la crisis interna
Un sector de CDC esperaba un desplome del democristiano
Josep Antoni Duran Lleida disimuló ayer muy bien su euforia cuando compareció ante la prensa tras la reunión de la ejecutiva de Convergència i Unió (CiU). Su rostro delataba el cansancio de la campaña, que trampeó con su convalecencia por la reciente operación de cáncer. Pero el democristiano puede sacar pecho ante sus socios de Convergència Democràtica -el partido de Artur Mas- por los resultados del domingo.
Los nacionalistas confían en que Zapatero acabará por llamarles
Duran no prevé una pinza contra el PSOE con sus socios de Galeuscat
Con 11 diputados en la mano -a falta del recuento del voto emigrante, que podría restarle uno- Duran consigue desactivar una más que previsible crisis en la federación. El candidato pronunció ayer una elocuente frase de doble lectura, tanto interna como externa: "Hemos decepcionado a quienes hoy esperaban peleas en CiU".
Un sector nada minoritario de Convergència -del que forman parte personas del círculo más próximo a Artur Mas- esperaba que el democristiano se desplomara en las urnas para iniciar un proceso que culminara, en el congreso de julio, con la ruptura de la federación. Este sector buscaba en unos malos resultados de Duran la excusa perfecta para que cada uno de los dos partidos campara en solitario.
La federación ya estuvo al borde de quebrarse cuando en octubre Duran aplazó su designación como candidato a las generales por la "deriva soberanista" de Convergència y mantuvo posiciones discrepantes con el proyecto de "casa grande del catalanismo" que impulsa Mas. Desde entonces, las relaciones entre ambos socios no se han normalizado.
Pero los resultados son los que son y Duran ha aguantado el "tsunami" -así lo definió ayer Mas- de la bipolarización electoral. El líder convergente reconoció que CiU se movía en el peor de los escenarios posibles y que, a pesar de ello, se ha consolidado como la tercera fuerza parlamentaria y ha ampliado su capacidad decisiva en el Congreso para configurar mayorías parlamentarias.
De momento, los nacionalistas han optado por una actitud de prudencia e imitar la estrategia que Jordi Pujol utilizó con la mayoría absoluta de José María Aznar. Es decir, "wait and see", esperar y ver, señaló el candidato. En CiU se tomarán unos días de descanso a la espera de los pasos que den los socialistas, conscientes de que sus 11 escaños proporcionarían a José Luis Rodríguez Zapatero una cómoda y holgada mayoría.
Pero el presidente ya declaró ayer que su deseo no pasa por marginar a ninguna formación política y que piensa dialogar con todo el arco parlamentario, aunque mostró sus preferencias por PNV y CiU. Los nacionalistas creen que, al final, Zapatero les llamará a la puerta "porque otros se la habrán cerrado", comentó un dirigente democristiano.
"CiU es una formación decisiva, no la única, pero si la única que por sí sola es decisiva. Y ahora, Zapatero no tiene alternativa por la izquierda", señaló Duran en conferencia de prensa. "No nos corresponde a nosotros mover ficha ni iniciar las negociaciones. Esta será nuestra divisa", agregó.
Duran Lleida preferiría una alianza estable con Zapatero y negociarla en solitario. En su mente no tiene cabida, de momento, una pinza con los nacionalistas de Galeuscat -Partido Nacionalista Vasco y Bloque Nacionalista Galego-, pues en conjunto disponen de suficientes diputados para presionar al PSOE. Pero el democristiano sólo recurrirá a sus amigos como último recurso, ni siquiera para presentar un candidato a la presidencia del Congreso como pactaron durante la precampaña. "Nos gustaría que uno de los nuestros pudiera presidir la Cámara, pero cada uno sirve a sus propios intereses y, a veces, no son coincidentes". Dispone de antecedentes. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, se salvó de la reprobación la pasada legislatura gracias a los votos de los nacionalistas vascos.
Sala aparte en el Majestic
Los dirigentes democristianos montaron en cólera el domingo por la noche cuando al llegar al hotel Majestic, tradicional sede electoral de los nacionalistas, comprobaron que sus socios de Convergència habían alquilado una habitación aparte para evaluar los resultados. Normalmente, en el primer piso se ubican los cuadros de CiU junto a una sala de mando para conocer los resultados y en el segundo piso se reúne la cúpula de la federación. El domingo, los convergentes disponían de una sala en el tercer piso. En Unió lo interpretaron como una deslealtad y un gesto de desconfianza. Empezaron a temerse lo peor: que los convergentes pudieran urdir una crisis en caso de que Duran sufriera un descalabro electoral.
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