Huevos fritos con chorizo
Hay una constante en las citas electorales españolas. Las encuestas se equivocan. ¿Se equivocan? Lo que nos trasladan la mayoría de las empresas demoscópicas, una vez conocido el fiasco, es que los que se equivocan son los electores. ¡Se saltan los porcentajes asignados! Los portavoces demoscópicos hablan aquí con un margen de error más menos todo. Hace poco, para protegerme de un chaparrón, entré en una cafetería. Cerca del ventanal, había un personaje que observaba con atención los efectos del aguacero. Pasaron más menos tres minutos y al fin exclamó: "¡Parece que llueve!". Estoy convencido de que era un demóscopo típico español.
Es comprensible que el encuestador se conduzca en España con mucha cautela y se pertreche de un arsenal de horquillas. En un ambiente crispado, de lenguaje apodíctico, su misión no es acertar a expresar la opinión pública, sino defenderse de ella horquillas en ristre. Muchos encuestados perciben esa intención. Y se ocultan, se disfrazan, o quedan atrapados en una horquilla. En las mesas electorales siempre hay gente que llega a última hora y que agarra la papeleta con encarnizada desesperación. ¿Quiénes son? Hay quien piensa que vienen del campo. No. ¡Son los que lograron escapar de las horquillas demoscópicas! La demoscopia o es comprometida o no es nada. Se invoca a la ciencia, pero se cocinan los resultados con superstición. Oí hace poco por la radio al presidente de un equipo de fútbol que se quejaba del tibio apoyo de los aficionados: "Esto es como un plato de huevos con chorizo. Las gallinas ponen los huevos. ¡Pero el cerdo se implica, cojones!". Volviendo a lo nuestro, el exceso de prudencia invalida muchas encuestas. Por mi parte, cuento con un oráculo, no partidario, hasta ahora infalible. Lo primero que me dice es que hablar de "empate técnico" es un absurdo demoscópico. Lo correcto es "proximidad". Y segundo, que de proximidad nada. En la tabla que va de la casilla uno (extrema izquierda) a la 10 (extrema derecha), la batalla decisiva se libra en la casilla cinco y ahí los conservadores están descalabrados. Han asustado a mucha gente. Combinando este dato con el "recuerdo" de voto, la diferencia entre socialistas y conservadores tiende a agrandarse y puede alcanzar los siete puntos de diferencia, en caso de que la participación sea similar a 2004. Como entonces, no fue Zapatero el que ganó la casilla cinco, sino Rajoy quien la perdió.
Las páginas de sucesos en Portugal evitan el término suicidio. Con elegancia, suelen titular: "Morreu porque ele quis" (Murió porque quiso). Más o menos.
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