_
_
_
_
El termómetro | ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La metáfora de Ibarretxe

Se mire por donde se mire, cuesta encontrar al lehendakari más allá de las anécdotas y de las frases hechas. El suyo es un papel testimonial, una especie de actor secundario voluntario, como esos grandes que admiten papeles de reparto y dejan su impronta en las cintas cinematográficas de Hollywood o de España Los cameos son otra cosa, son caprichos de un genio (Hithckoock) o estrategias publicitarias de un vivillo (Santiago Segura).

Lo del lehendakari Ibarretxe es otra cosa. Juan José Ibarretxe está reservado para otra cosa, para otra competición más decisiva en su hoja de ruta política (vaya por Dios, yo también he caído en ese cliché) a la que le ha destinado la vida o los sueños (que viene a ser lo mismo, según como se mire).

El PNV juzga su sitio en el panorama político español y su punto de partida en el inmediato panorama político vasco y y juzga también el próximo domingo su situación in terna, y su capacidad de liderazgo y sus equilibrios y sus estrategias. Vamos, como todos, pero sin la responsabilidad de gobernar España, pero con el afán de condicionarla. Y en ese asunto prevalece el partido por encima del lehendakari en unas elecciones que no son las suyas.

El problema del PNV con el liderazgo no es un asunto menor, no ya por las últimas estridencias, sino por la fuerte personalidad de sus líderes, convertidos, en algunos casos, en guías espirituales, y en puntos de referencia intelectual y política en otros (por favor, no me hagan poner ejemplos de uno y otro caso. Hagan algo, póngalos ustedes).

Así que el lehendakari se aparta discretamente del escenario, pero irrumpe con chándal o con corbata, sin atender demasiado al director de escena. Ayer, tras muchos días de sordina, ya dio un ejemplo de que los símiles y las comparaciones no son su fuerte dialéctico, por no interpretar más allá sus palabras. Comparar la actitud del Gobierno español (con Zapatero o con Rajoy), con la actitud de un maltratador respecto a su esposa, no parece la mejor de las elecciones. No seré yo quien saque de contexto sus palabras (que es lo que se dirá a partir de hoy, nadie lo dude); sólo lamentaré que entre las mil metáforas posibles (justas o no) el lehendakari haya elegido la peor, las más injusta, las más brutal, la más inadecuada. Vamos, la mejor para el zapping televisivo de la campaña.

Ahí sí que ciertamente el termómetro ha tocado techo. Alguien debiera haberle explicado al lehendakari que las comparaciones deben tener su lógica, su medida. No vale cualquiera. El lehendakari no ha sabido aceptar su papel, secundario, tranquilo, en espera del momento de saltar al terreno de juego, y ha increpado desde la banda. No era su papel. El PNV, con una campaña moderada, midiendo sus fuerzas y buscando su lugar en el mundo después del 9-M, encontró ayer al invitado inesperado. Políticamente no fue extraño: ni Rajoy, ni Zapatero, respeto a la decisión de los vascos, decisión autónoma, etc. Lo esperado. Lo de siempre, hasta que se le fue la mano, o la boca.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_