La abstención no es triste
Ha dicho el señor Zapatero en un mitin en Las Palmas que "la abstención es el voto más triste".
Triste, señores políticos en general, es la falsa sonrisa tipo dentífrico que nos muestran ante las elecciones. Triste, es ver cómo los políticos no se ponen de acuerdo para cambiar la Ley Electoral para permitir listas abiertas y una limitación en la ocupación de cargos públicos, perpetuando así su modus vivendi y el de sus amigos y "pelotas incondicionales".
Triste es ver cómo la clase política se aleja cada vez más de la realidad cotidiana de los ciudadanos y nos inundan con demagogia hueca, asesorados por expertos "lavacocos".
La abstención es, en muchos casos, una decisión legal y racional de protesta, de desencanto, de rebeldía a un sistema obsoleto y mejorable, de rabia por no poder otorgar el voto a nadie que merezca un mínimo de confianza y desconocer el uso que se dará posteriormente a este voto.
La abstención es también ilusión de que el mundo político reflexione y cambie de chip. Necesitamos menos palabras, menos sonrisas artificiales y más hechos y eficacia.