Una vida integrada
Ensayo. He aquí una original alternativa al libro-homenaje, obsequio de sus autores a Elías Díaz por su jubilación y que aborda los campos más destacados de la curiosidad intelectual de aquél: el pensamiento español contemporáneo, la filosofía del derecho y la política.
1. Crecido en los años de plomo de la dictadura y miembro de una "generación sin maestros", Elías Díaz suple las carencias de dentro no sólo acudiendo a lo que se hace fuera, sino que retorna al pasado intelectual de España, a "los viejos maestros". Se analiza en el libro su interés por el movimiento institucionista, la tradición krausista, el socialismo de Fernando de los Ríos y Besteiro así como su matizado juicio sobre Unamuno. Insiste Elías Díaz en vincular liberalismo y democracia, secularización e impulso reformador de la sociedad española. Este bloque se completa con el análisis de su Pensamiento español en la era de Franco (1974), crónica política de la vida intelectual de la época. Reconociendo el inmenso vacío dejado por los que tuvieron que marchar al exilio, aprecia el papel de aquellos intelectuales del régimen que, al distanciarse del antiintelectualismo católico y fascista, rescataron parte de la cultura liberal del pensamiento anterior a la guerra y se esforzaron en superar el aislamiento cultural. Rastrea las líneas de continuidad en una historia sin duda plural y con muchas fracturas y cuestiona la dicotomía entre un exilio espléndido y un interior sólo plagio, adocenamiento y zafiedad fascistoide. Este ensayo significó entonces uno de los pocos recursos disponibles para contar "otra historia" del más inmediato pasado intelectual; y, además, un buen argumento para quienes creen que el logro de una democracia no ha sido ni gracia otorgada ni una lotería, sino fruto de una progresiva disposición a pactar entre los resistentes contra el régimen y los reformistas de éste.
Revisión de Elías Díaz: sus libros y sus críticos
Liborio Hierro, Francisco Laporta y Alfonso Ruiz Miguel (editores)
Centro de Estudios Constitucionales
Madrid, 2007. 463 páginas. 25 euros
2. Su Teoría del Derecho se forjaba en contra de un iusnaturalismo integrista y ramplón, que pretendía dotar a aquel régimen autoritario de una legitimidad falaz. También hizo frente a un positivismo jurídico formalista, pretendidamente neutral ante cualquier sistema de valores y regímenes políticos. Así veía el papel de ambos: "...los dos juntos y cada cual desde su banda, uno con grandes palabras y otro con grandes silencios, cada cual por su camino pero juntos al final bajo el general se confabulaban para hacer creer que en tal situación la ley y la justicia coincidían sin más entre sí". El perdedor de dicha conjunción era el Estado de derecho "tomado en serio". A desenmascarar las pretensiones de maquillar el régimen vino uno de sus libros más evocado e inmediatamente secuestrado, Estado de Derecho y sociedad democrática (1966). Sin romper con la teoría clásica del Estado -algo casi impuesto en los ambientes liberales y progresistas-, reconoce una relación interna entre derecho y principios de justicia en la idea de democracia constitucional que incluye como condición el despliegue de los derechos humanos en su versión más densa y hace efectivas las aspiraciones de libertad e igualdad.
3. A comienzos de los años setenta y muy especialmente en los países del sur de Europa, el socialismo democrático competía por la hegemonía en el seno de la izquierda apostando por una suerte de camino intermedio entre comunismo y socialdemocracia. El equipo dirigente del PSOE surgido en el Congreso de Suresnes (1974) nunca creyó seriamente en esa posibilidad, sino que promovió un proyecto socialdemócrata autónomo frente a la derecha y frente a una izquierda más radical. Atendiendo a nuestros precedentes históricos y la indigencia teórica del PSOE en los albores de la transición, la infatigable prédica de Elías Díaz en pro del Estado social y democrático de Derecho significó un nutriente muy eficaz y un elenco de buenas razones con las que convencer a una izquierda renuente a confiar en las potencialidades de aquél. De un lado, refutaba Elías Díaz la falacia de identificar capitalismo y democracia representativa, como si ésta fuera exclusivamente funcional a los intereses del primero e incapacitada para promover auténticas reformas. Y de otro lado, frente al prejuicio de "la maldad estatal" postulaba un Estado fuerte y eficaz, sometido al imperio de la ley y al principio de la división de poderes, que desempeña sus cometidos bajo control, que garantiza los derechos de los ciudadanos y promueve un funcionamiento adecuado de las instituciones representativas.
Elías Díaz se ha distinguido como uno de los exponentes más cualificados del reformismo. Hoy la gran mayoría se declara reformista. Pero hubo un momento en este país en que todo el mundo, obispos y banqueros incluidos, se decían "revolucionarios" y en el que el PSOE exhibía una verborrea izquierdista con la que trataba de superar sus complejos frente a un PCE hegemónico entre los progresistas. Ahí estaba "el Elías prudente", en expresión de García San Miguel, denunciando el disparate... Se opuso en el Congreso de 1979 a que el PSOE se definiera de manera simplona como partido marxista. Y tomó partido en favor de las tesis reformistas de Norberto Bobbio en su polémica con Perry Anderson. Siempre le han contrariado esos incombustibles espíritus dogmáticos que criticaron en su día su socialismo templado con la misma virulencia que abrazaron después los "dogmas iusnaturalistas del neoliberalismo económico". Sin caídas del caballo en el camino de Damasco, sin necesidad de reescribir la propia historia, Elías Díaz pertenece a esa clase de gentes dispares que se enfrentaron con dignidad a la dictadura, que no debe ser minimizada y que representan en este país todo un ejemplo de vida integrada. -
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