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Rajoy, Hobbes y el fuego

A pocas semanas de las elecciones, los votantes tenemos ante nosotros dos candidatos presidenciables antagónicos, y comprendemos que los posibles caminos que recorrerá el país en la próxima legislatura serán radicalmente distintos en función de quién gane el 9 de marzo.

Tras cuatro años de gobierno, todos conocemos el estilo progresista de Zapatero; sin embargo, por lo que respecta a Rajoy sólo podemos hacer hipótesis inferidas de su política de oposición y del colofón de la misma, su estrategia electoral.

Rajoy ha basado su campaña en torno a la visión de un porvenir apocalíptico, consecuencia de la irresponsabilidad del PSOE. Irresponsables han sido, según él, la ampliación de libertades, la reforma educativa, la regularización de inmigrantes, la acción exterior, las revisiones estatutarias, la gestión económica y, desde luego, la política antiterrorista. Todo lo que Rajoy ofrece como alternativa son sus "ideas claras", pero no detalladas, con las que arreglará los destrozos (reparables in extremis) causados por nuestro actual presidente.

Para Rajoy el hombre es un lobo para el hombre, que precisa un Estado represor

Es un hecho constatado que, en comunicación política, las emociones inducidas durante la campaña cuentan tanto o más que la evaluación racional de los votantes. ¿Cuál es, pues, la emoción a la que el PP está apelando para vencer en los comicios?

En cada comparecencia pública de Rajoy sorprende el uso intensivo que hace de los refranes, en concreto de uno: quien juega con fuego, se acaba quemando (y de sus variedades semánticas: quien siembra vientos recoge tempestades, etcétera).

Los dichos y proverbios son depositarios de la tradición y las creencias populares, y cabría pensar que los dirigentes de un partido conservador, reacio a los cambios y pegado a las costumbres, encuentran su natural elenco expresivo en el refranero de antaño. El empleo de refranes suele denotar poca capacidad expresiva y dificultad para la abstracción, y por eso son lo último que un ciudadano espera escuchar de labios de un político, al que supone en pleno dominio de la oratoria. Cervantes lo sabía hace cuatro siglos, y con ellos caracterizó la simpleza de Sancho Panza.

El fácil recurso de Rajoy al refrán se quedaría en anécdota de no ser porque acude a él para eludir las preguntas incómodas, aquellas que, de ser contestadas de forma directa, generarían respuestas políticamente intolerables.

Es interesante atender al marco de presunciones inconscientes que articula el citado refrán: quien juega con fuego, se acaba quemando. Aplicado al contexto de la política española, los elementos del refrán adquieren una curiosa significación:

1. ZP es un niño.

2. Los niños juegan con fuego.

3. España es el cuarto de juegos.

Inferencia: ZP va a quemar España.

A la luz de esto, es posible decodificar todo el discurso del Partido Popular con una sencillez pasmosa: en el caso del Hospital de Leganés, donde escuchamos "fuego" el mensaje subliminal hace que los ciudadanos intuyamos la palabra "eutanasia"; en la reinaugurada discusión sobre el aborto, donde oímos "fuego" entendemos "infanticidio"; por lo que respecta a la adopción por parejas homosexuales, en vez de "fuego" presentimos "pederastia"; en el contexto de la investigación con células madre, por "fuego" leemos "eugenesia"; en lo referente al fenómeno de la inmigración, donde dice "fuego" prevemos "parásitos y delincuencia"; y cuando se ha hablado de estatutos de autonomía y del permiso de la Cámara para abrir el diálogo con una ETA en tregua, inconscientemente, a través del "fuego" hemos vislumbrado las sombras de la "secesión", la "traición" y la "guerra civil" (de ahí el eslogan: "Se rompe España").

Así las cosas, está claro que los candidatos encarnan dos modelos opuestos. Mientras para Zapatero el hombre es bueno por naturaleza (Rousseau) y la sociedad se basa en la libre voluntad de convivencia, para Rajoy el hombre es malo, un lobo para sí mismo (Hobbes: Homo homini lupus), y la función del Estado consiste en la represión moral, la vigilancia y el castigo. En este sentido, no es casual la reciente propuesta del PP de rebajar la edad penal a los ¡12 años!, una clara prueba de recelo hacia las personas a la que el PSOE podría contestar con gestos como los del Gobierno austriaco, que en 2007 adelantó el derecho al voto a los 16 años, gesto que denota una firme confianza en el ser humano.

El "fuego", en apariencia trivial, de Rajoy y su partido es, por consiguiente, un eufemismo con el que dan pábulo a nuestros temores atávicos. Cabe recordar que el fuego es el elemento purificador de un Infierno ahora restituido por la Iglesia...

En algún momento de nuestra historia debió haber un padre temeroso que, viendo a su hijo jugar con fuego, pronosticó que se quemaría. El hijo, confiado, venció el miedo y aprendió a dominar el elemento. Ese dominio (del miedo, del fuego) nos ha garantizado el progreso y nos ha legado un porvenir mucho más humano. Es elección del lector decidir con cuál de estos dos personajes se siente más identificado.

Irene Zoe Alameda es escritora.

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