Como una, cuento veinte
Fue un debate de pitiminí. A mí no me defraudó. No esperaba nada excepto diversión. Y me divertí. ¿Por qué se quedó en nada? Porque todo lo que tenían que decir los dos, lo han dicho ya 17 millones de veces (el coste de sus respectivas campañas electorales). Contra el frontón de su inmensa audiencia, pelotearon anteayer los candidatos: lo mismo que llevan voceando cuatro años consecutivos. Los electores sólo pudimos verificar el rumbo y manejo del diálogo de que es capaz cada cual. Rajoy tiene más costumbre de debatir en las distancias cortas. ZP, que se autoemociona con la nobleza de su proyecto político, llevó mal el debate. Con la excepción de seguridad y terrorismo, sin embargo, tenía mejor contenido que Rajoy, que sólo tiene ideas claras. Rajoy no es un gran retórico, pero resulta ser un aceptable antagonista de Círculo de Recreo, de Gran Peña. ZP en cambio, maquillado como un queso, resultaba anteayer estudiantil, sobre todo cuando fruncía su redonda cara lampiña. ¿Es frívolo decir todo esto? Es el resultado de la cursilería estilizada del plató y las cincuenta condiciones estipuladas para la realización del debate. Faltó naturalidad escénica. Rajoy sacó una pequeña ventaja en esta ocasión porque, con la barba y los ojos dilatados, parecía más feo, más real, más popular que ZP, que parecía un estudiante de segundo de carrera disgustado porque no se le reconoce su altura de miras palabrera. Ahora ya han vuelto los dos a lo que más les gusta, el campañeo carísimo que les refleja en sus votantes fidelizados. En la calle quedaron todas las opciones políticas poderosas de centro y centro izquierda.
El escritor Álvaro Pombo es candidato de UPD al Senado.
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