La vaca no habla
Se atribuye la traducción a un presidente argentino de artes canallas y limitada ilustración, un tal Rosas, al que le gustaba soltar latinajos. En una ocasión, según los peores de sus rivales, soltó el "res, non verba", y después lo puso en castellano para que los ganaderos de la Pampa le entendieran: "La vaca no habla".
Y es que el tirano, de oficio general, sabía, como sabe el candidato norteamericano Obama, que las palabras sí importan. ¿Cómo no van a importar las palabras? Sin ellas, no se podría hacer campañas electorales, y habría que entrar en los hechos, en los propósitos con cifras y medidas concretas.
En los últimos días de la campaña, en el restillo de los mil cuatrocientos que van desde el 14 de marzo de 2004 hasta ahora, los candidatos se esfuerzan por utilizar la palabra como arma letal contra el adversario. Pero entrar en esa estrategia no está motivado sólo por la enorme influencia que ejerce sobre nosotros lo que sucede al otro lado del océano Atlántico. Lo que pasa en realidad es que se les ha vaciado el saco de las cosas que nos pueden ofrecer, y que, según las encuestas cualitativas, las promesas no provocan el impacto que de su lanzamiento se espera. Véase el efecto de los cuatrocientos euros de Zapatero: según esos estudios electorales no han servido para aumentar el número de posibles votantes al candidato socialista. La misma impresión tienen los expertos sobre la voluntad popular de arreglar el desaguisado de Fórum Filatélico, cargando al contribuyente con el coste de los pobres inversores que deseaban cobrar un veinte por ciento en vez del tres que ofrecen las cuentas corrientes de los bancos.
En el PSOE, la cosa la empezó la ministra sin cartera, la de Vivienda, que anunció que venía para que ningún sueño se truncara. ¿Hay algo más hermoso que ofrecer al electorado? Y como todos se han vuelto interclasistas, pues se les da también a los ricos los cuatrocientos euros, y Rajoy se dirige a los currantes.
Cambio, tensión, sueños, unidad (contra el terrorismo), motivos para creer. Las palabras sí que importan.
Porque algunos hechos pueden alterar el mapa de la convivencia. Por ejemplo, las agresiones de los universitarios nacional-fascistas catalanes, madrileños y gallegos a candidatas del PP y de UPyD. O cosas peores: que el AVE llegue a Barcelona. ¿Se han imaginado los dirigentes de Convergència el efecto devastador que va a provocar en el Estado autonómico el que miles de madrileños y barceloneses lleguen a diario a la capital rival de buen humor, sin haberse quitado los zapatos en un control ni haber escuchado la Cope en un taxi? No hay política de alianzas posible después de eso.
Obama es el futuro: la palabra y no la vaca. Verba, non res.
Jorge M. Reverte es periodista y escritor.
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