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Análisis:ELECCIONES 2008 | El primer cara a cara
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Debates comparados

La gran audiencia del debate celebrado el jueves pasado entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro, segundos en las candidaturas por Madrid del PSOE y del PP respectivamente, fue una clara señal no sólo del interés despertado por las elecciones del 9-M sino también de la importancia concedida por los ciudadanos a esa fuente de información para decidir el voto. El patético naufragio del sastrecillo valiente turolense, jaleado por la radio de los obispos y los periodistas de asalto como mago de las finanzas, capitán de empresa y lord protector del bolsillo de los contribuyentes (empezando por el suyo), demostró que una cosa es el valor y otra el precio, referidas a un fichaje galáctico desempaquetado para decepción de los compradores bajo los focos televisivos.

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Pero los protagonistas del debate de anoche no fueron un bregado veterano de la función pública, cotizado en Madrid y Bruselas por su competencia, honradez y sabiduría, y un alto funcionario del Estado recién desembarcado en la contienda política tras haber sido relevado con una multimillonaria indemnización de la presidencia de Endesa que el Gobierno del PP le había puesto en bandeja. Los márgenes para la sorpresa eran anoche muy reducidos no sólo por las férreas pautas de las intervenciones pactadas sino también porque Rajoy y Zapatero conocen sus respectivas debilidades y fortalezas tras haberse zurrado la badana en el Parlamento.

Anoche resultaba posible establecer equiparaciones significativas entre los historiales políticos de ambos rivales, a diferencia de las insuperables dificultades que implicaba la comparación de la ejecutoria de un experto economista —además de comisario europeo, Solbes ha sido vicepresidente con González y Zapatero— con la errática trayectoria de un arbitrista dispuesto a prometer días de leche y de miel. El mandato de Zapatero está fabricado con la misma materia prima, el ejercicio del gobierno, que la etapa de Rajoy como ministro de Administraciones Públicas, de Educación y de Interior, primero, y vicepresidente de Asuntos Sucios (desde la catástrofe del Prestige hasta la guerra de Irak), después.

Alfredo Di Stefano suele decir que los bomberos no se pisan la manguera porque trabajan en el mismo oficio. Para Rajoy, en cambio, los gobernantes socialistas constituyen la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno frente a los gobernantes conservadores, merecedores de protagonizar una película de Disney. Durante esta la legislatura, las imputaciones del presidente del PP contra Zapatero llegaron a extremos tan delirantes como atribuirle connivencias con el atentado del 11-M, acusarle de traicionar a los muertos y afirmar que el frustrado diálogo de paz con ETA escondía en realidad un pacto secreto con la banda terrorista cuyo objetivo era la capitulación del Estado de derecho, la entrega de Navarra al País Vasco y la independencia de Euskal Herria. Según Rajoy, la política territorial y las reformas estatutarias, comenzando por Cataluña, completaban la garra de tenaza del PSOE para romper España. El líder del PP quedó invalidado con semejantes pronunciamientos —no era preciso esperar a los debates electorales— para ser el jefe de la oposición, y más aún el presidente del Gobierno.

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