De cómo mover el marcador
El hecho de que Manuel Pizarro perdiera el debate sobre política económica con Pedro Solbes, la semana pasada, obligará probablemente hoy a Mariano Rajoy a presionar especialmente en ese capítulo. Puesto que su número dos no fue capaz de marcar algún punto previo, todo el trabajo recae ahora en el candidato popular. Para Rajoy es fundamental en el debate de esta noche dar la impresión de que domina la cartera económica y de que sabe de lo que habla, más y mejor que el propio presidente del Gobierno. Cualquier fisura en ese campo no tiene tapón posible, mientras que para Rodríguez Zapatero sería suficiente con no cometer ni un error personal y con aludir a su gran equipo de expertos, con Solbes a la cabeza.
Por mucho que se trate de un debate muy controlado en temas y tasado en tiempos, ni Zapatero ni Rajoy saben cual será el tono de su adversario ni el grado de provocación del que será capaz. No pueden calcular con anticipación cuándo hablar con tonos más gruesos y cuándo mostrar el semblante más festivo. Equivocarse en el tono de la respuesta, bien sea por demasiado ligero o por demasiado antipático, tiene, según los expertos, uno de los mayores riesgos. Dadas las características de la legislatura pasada y de los dos lideres que se enfrentan, es muy probable que Rajoy intente centrar sus esfuerzos por encima de todo en minar la credibilidad de Zapatero, mientras que el presidente del Gobierno hará todo lo que esté en su mano por acentuar el carácter dogmático y sectario del candidato popular. Zapatero tiene que huir, pues, de una imagen demasiado familiar o juvenil (no es verdad, pese a que así lo sugiera un anuncio socialista en la radio, que los electores voten a un amigo para presidente del Gobierno), dicen algunos expertos. Rajoy, por su parte, no puede de ninguna forma pretender galvanizar a nadie (como hizo su admirado Sarkozy) porque en su caso eso puede provocar una enorme irritación en el voto dudoso, harto de crispación y agresividad. Uno y otro tienen que convencer, como poco, a un tercio de los españoles con voto. No es poca cosa.
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