El halcón y la oveja
La historia es cruel. No conviene enamorarse de ella. Los nacionalismos, sus principales devotos, deberían saberlo a estas alturas. Cuando la historia te envuelve en uno de sus bucles estás perdido: si eres víctima, serás verdugo; si eres verdugo, serás víctima. La gracia consiste en que sólo se puede ser eso. O víctima, o verdugo.
En 1937, poco antes de que estallara la II Guerra Mundial, una escritora británica llamada Cicily Isabel Fairfield viajó a Yugoslavia. De regreso a Londres, ya bajo las bombas nazis, la escritora, que firmaba como Rebecca West, compuso un espléndido relato, largo y prolijo, sobre los desventurados eslavos del sur. West era proserbia y creía en la unidad yugoslava. Concluida la guerra, Yugoslavia fue unificada bajo el régimen comunista de Josip Broz, Tito. West adoraba las viejas monarquías balcánicas y las leyendas heroicas de aquella tierra miserable y torturada. A su manera, ella quedó también presa del bucle.
No siento entusiasmo por la independencia de Kosovo. Será, en el mejor de los casos, un Estado fallido
Eligió, para definir el alma balcánica, dos imágenes. La oveja negra y el halcón gris.
Rebecca West escuchó el poema del halcón gris en Kosovo, recitado por su chófer. Contaba la historia del zar Lazar, el oscuro príncipe serbio que, en 1389, se enfrentó al ejército otomano en territorio kosovar. Antes de la batalla, un halcón gris voló hacia el príncipe y le planteó un dilema. Podía ofrecerle la victoria, y con ella un reino terrenal. O la derrota, y con ella un reino celestial eterno. El príncipe eligió la derrota. Ganó, en efecto, la inmortalidad entre los suyos. El nacionalismo serbio sigue venerando a aquel héroe vencido. La escritora, educada en Londres y Edimburgo, odió la elección de Lazar.
Vio la oveja negra sobre una roca en Macedonia. El animal era sacrificado en un rito sangriento, con el fin de asegurar la fertilidad del pueblo serbio. A West le pareció familiar: "Todo nuestro pensamiento occidental se funda sobre el repulsivo supuesto de que el dolor es el precio adecuado de cualquier cosa buena". Luego invocó a Mozart y comprendió que, de alguna forma, una parte del alma europea había sabido librarse de esa condena. Sólo una parte, una pequeña parte. West sabía que Europa había sacrificado ya la primera oveja, Checoslovaquia, y que Alemania, encerrada en su proprio bucle, iba a exigir más sangre. "Todo el mundo es Kosovo", escribió.
La enésima guerra balcánica (1991- 2001) concedió una nueva juventud al libro de Rebecca West. Muerto Tito y muerto el comunismo, el bucle se reveló intacto. Milosevic invocó de nuevo el sueño del halcón gris y el reino eterno, y emprendió la carrera hacia el desastre. Los dictadores suelen mostrar, como los fanáticos y, en general, cualquier persona incapaz de dudar, rasgos de demencia, pero sólo parecen realmente locos cuando sufren la derrota. Aquélla fue una gran década para la locura y la muerte. Una excelente recreación de Auschwitz.
Después de Eslovenia (que escapó intacta), Croacia y Bosnia, sólo quedó una oveja por sacrificar. A Kosovo, con su mayoría albanesa, le tocó ejercer de víctima final. Una vez desangrada la última víctima, el bucle se encargó de reordenar los elementos de la vieja tragedia. Y Serbia se encontró, se encuentra, en camino a la roca del sacrificio. El juego es el mismo de siempre. Cuando no se es verdugo, se es víctima.
No siento ningún entusiasmo por la independencia de Kosovo. Será, en el mejor de los casos, un Estado fallido. Será un país sin otro rumbo, dada la hostilidad del entorno y la presencia de tropas extranjeras, que la aproximación a Albania. Cuando se disipe el jolgorio quedará lo de siempre: miseria y memoria, pobreza, violencia, sueños. Tampoco es hermoso contemplar cómo Serbia, la oveja que yace hoy sobre la roca, sufre amputaciones en vivo. Quizá sea, esta vez sí, el último sacrificio. Quizá se rompa el bucle. Pero no hay que tener mucha fe. La historia se ensaña con sus amantes.
Black lamb and grey falcon, a journey through Yugoslavia, Rebecca West. Penguin Books. 1.181 páginas.
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