Una oportunidad perdida para Pizarro
Solbes y Pizarro lo dejaron claro desde el principio. No habría insultos ni malas maneras. Se presentaba un debate de guante blanco. Así transcurrió el primer bloque de 20 minutos, con una avalancha de cifras y porcentajes en las que Solbes adoptó el papel de profesor y Pizarro llegó a concedérselo ("usted sabrá", "usted es el ministro", "yo no estaba allí"). La frase con más gancho de Pizarro fue la primera ("España no va bien"), pero luego se manejó mal con las cifras y cometió errores conceptuales de bulto (como confundir los precios al consumo con los de producción al hablar de competitividad). Al hablar de macroeconomía, Pizarro intentó poner el acento en la fotografía de los últimos meses mientras que Solbes hizo un balance de la legislatura y llegó a lanzar reproches directos a su rival, aprovechando algunas meteduras de mata de los compañeros de partido de Pizarro: "No están buscando soluciones". Los expertos dicen que para ser creíble es bueno conceder algún punto al adversario. Pero quizá Pizarro se pasó de la raya al felicitar a Solbes una y otra vez por el superávit y reiterar que es un gran ministro de Hacienda.
Tras un primer bloque sobre grandes cifras que favorecía a Solbes, Pizarro entró en el capítulo de economía familiar enunciando sus planes de rebaja fiscal. El debate estaba ahí más equilibrado, pero Pizarro cometió quizá su mayor error al proponer como recetas para reducir el gasto suprimir el Ministerio de Vivienda, ahorrar en las reformas de pisos de los ministros y "dejar de pagar a los terroristas". Fueron los momentos más tensos del debate. Solbes le reprochó sus palabras a Pizarro ("creí que íbamos a hablar de cifras y no de demagogia") y amagó por un momento con sacar a relucir los millonarios sueldos e indemnizaciones de Pizarro. Solbes, además, aprovechó el episodio más encendido del debate para sacar a relucir unas palabras de Pizarro de 1994 en las que se inclinaba por el modelo privado de pensiones. El representante del PP negó haberlo dicho, pero Solbes le leyó el titular y le enseñó la portada de un periódico de la época.
Cuando el debate alcanzaba su clímax, llegó la pausa y a la vuelta volvió el guante blanco y, por momentos, el aburrimiento. Tocaba el bloque de retos del futuro, pero ni uno ni otro candidato lograron conectar con la audiencia ni transmitieron mensajes convincentes. Ni siquiera las discrepancias elevaban el tono.
Pese a que llevar un ojo cerrado por una infección no favorecía su telegenia, el lenguaje no verbal de Solbes tanto durante sus intervenciones como, sobre todo, en los planos de escucha, transmitía más tranquilidad y seguridad. Solbes leía menos sus intervenciones, manejaba con más soltura los gráficos. A veces le fallaba el tono o se liaba un poco en razonamientos complejos en que salían a relucir de nuevo demasiadas cifras. Enfrente, Pizarro mostraba más labia, pero sus ataques no llegaban a hacer mucho daño. Apeló una y otra vez a la confianza, pero si hay algo que no transmite Solbes es incertidumbre.
Salvo por una breve introducción, Matías Prats pasó inadvertido, que es lo mejor que se puede decir de un moderador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.