Vivir a la sombra de los recuerdos
Manuel Ruiz Benítez escribe sus memorias para no olvidar el franquismo
Escribir A la sombra de los recuerdos. Memoria de un perchelero es un ejercicio más de libertad de Manuel Ruiz Benítez, como casi todo lo que ha hecho en su vida. Un libro de memorias, publicado por la Editorial Liberman, que no puede ser más fiel a su autor porque, además de estar escrito en un lenguaje sencillo y con corazón, es en sí mismo un testimonio de compromiso más de un personaje empeñado en la libertad y la solidaridad.
"Escribo para no olvidar, porque no paro de pensar que no quiero que vuelva a ocurrir nada de lo que ocurrió. Yo no odio, pero no olvido", cuenta, en alusión al régimen franquista, durante el que pasó cuatro años en prisión. Para el ex dirigente socialista José Asenjo, que lo ha prologado, se trata de "un tipo de libro sobre nuestro pasado que debería recetarse como una vacuna contra el olvido".
El defensor del ciudadano de Málaga, Francisco Gutiérrez, que ha compartido con Manolo Ruiz la camaradería sindical y la de la amistad, resalta que el libro relata que "aquí existió una dictadura en la que prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde personas como Manolo conocieron el amor y fueron capaces de imaginar la felicidad", y concluye: "las dictaduras te pueden quitar la libertad, pero no la dignidad".
Manolo Ruiz Benítez nació en 1940 en el seno de una familia republicana del barrio malagueño de El Perchel, castigado como pocos durante el régimen franquista, pero en el que mamó el "tremendo sentido de la solidaridad" de la gente. A los siete años, tuvo que ponerse a trabajar en llevar las cuentas en las tabernas que regentó su padre y a una de las cuales, Quitapenas, debe el mote con el que se le conoce en Málaga. Manolo Ruiz Quitapenas fue fundador de las juventudes comunistas y de Comisiones Obreras en Málaga, dirigente del PCE en la clandestinidad. Pero también participó en los orígenes de Sando, que hoy es la primera constructora de Málaga, y de la que fue consejero delegado hasta que se jubiló hace ahora tres años.
Entonces se puso a escribir, porque "algo hay que hacer", porque "viene bien para poner en orden las ideas", y por temor a que algún día "el alemán" (Alzheimer) le impida recordar sus vivencias y sus días en la cárcel. con los que asegura no ha dejado de soñar ni un sólo día. "La suciedad, la miseria, eran insoportables", recuerda de las prisiones de la España franquista de principios de los setenta.
Manuel Ruiz fue detenido dos veces, la primera el 1 de mayo de 1967, el día siguiente de su boda con Manola, su "amor y compañera", por participar en una manifestación. Estuvo 15 días en la cárcel de Málaga.
Tras muchas detenciones y torturas -recuerda una paliza de la policía en el edificio que hoy ocupa la Cámara de Comercio de Málaga-, en diciembre de 1968 volvió a ingresar en la cárcel. Pasó por los penales de Málaga, Jaén, Carabanchel y Palencia, donde fue uno de los primeros presos de España en obtener el tercer grado. Cuando ingresó en prisión Yolanda, la mayor de sus tres hijas, tenía cinco meses. Y cuando salió, tres años después, recuerda con cierta frustración como era un desconocido para la pequeña. "No me quería dar la mano y además me veía como un rival ante su madre, porque dejó de dormir con ella".
Tras salir de prisión, en 1971, se puso a trabajar con José Manuel Sánchez Domínguez en una pequeña constructora, pero se deshizo pronto de sus participaciones, así que del gran grupo inmobiliario sólo tuvo una nómina. Tampoco tuvo mucho interés nunca por los puestos políticos, y de hecho abandonó el PCE tras las elecciones municipales de 1979, disconforme con los controles impuestos por el aparato. Y es que siempre ha sido muy libre.
Participó en la fundación de la ONG Pangea, que ahora preside, y que cuenta ya con dos centros sociales en Málaga donde se da ayuda y cursos de formación a los más necesitados, y que tiene diversos programas en Camerún y América Central. Una de sus grandes pasiones es Cuba, donde frecuentemente organiza envíos de material sanitario y didáctico.
A este trabajo social, al cuidado de su amor, y a sus nietos miran ahora sus pretensiones. Y lo hacen con la misma ambición de siempre. "Sólo deseamos que sean buena gente: solidaria, respetuosa y trabajadora", dice.
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