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ELECCIONES 2008 | Precampaña electoral
Columna
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Ganar las elecciones

Josep Ramoneda

Una de las pocas cosas en las que parecen estar de acuerdo Zapatero y Rajoy es en que debe gobernar el partido que gane las elecciones. Sería importante que en el debate del próximo lunes nos aclararan un poco más lo que quieren decir con esta promesa, porque creo que aquí hay un equívoco de fondo que los dos líderes cultivan erróneamente.

¿Qué significa ganar las elecciones? Por lo que cada uno ha insinuado, podríamos interpretar que Zapatero entiende que gana las elecciones el partido que tiene por lo menos un voto más que el segundo y que Rajoy considera ganador al que tiene por lo menos un escaño más que su adversario. Tiene su lógica. En España, como en casi todos los países, no se respeta el principio democrático básico de un hombre, un voto. Se sigue aceptando el principio conservador que prima la representación del territorio por encima de la representación de los ciudadanos, conforme a una retrógrada idea que sitúa una realidad física llamada patria por encima de las personas. Como consecuencia de la distribución provincial de los votos, en las zonas menos pobladas, en el mundo rural, un diputado es mucho más barato que en las concentraciones urbanas. Lo cual favorece al PP, que necesita de promedio menos votos que el PSOE para conseguir un diputado y, por supuesto, muchos menos que Izquierda Unida, la más castigada por este reparto. Así, se entiende que Zapatero, que sabe que es posible que el PSOE gane en votos y pierda en escaños, considere que la victoria la da el voto, y Rajoy, que sabe que el PP puede tener más escaños habiendo tenido menos votos, diga que la victoria la da el número de diputados.

En el mundo rural, un diputado es mucho más barato que en las concentraciones urbanas

Y, sin embargo, las dos posiciones son falsas. Porque en un sistema parlamentario como el nuestro, sólo gana las elecciones el que consigue la mayoría parlamentaria necesaria para ser elegido presidente. Y la mayoría parlamentaria sólo se puede conseguir de dos maneras: alcanzado la mayoría absoluta -el que la tiene evidentemente ha ganado las elecciones- o consiguiendo alianzas suficientes con otras formaciones políticas. De modo que si Rajoy llega primero en escaños sólo podrá ser presidente si encuentra apoyo parlamentario suficiente. Y si Zapatero gana en votos, pero no en escaños, podrá ser presidente si es capaz de encontrar apoyo parlamentario suficiente.

Naturalmente, en el caso español, dado el peso abrumador de PSOE y PP en el Parlamento, habría una fórmula para conseguir la mayoría: que la otra parte lo permitiera. Es decir, que el PSOE dejara gobernar al PP votándole en la investidura o con la abstención, si con ella bastara, o viceversa. Si esta es la intención que tienen el candidato Zapatero y el candidato Rajoy es importantísimo que lo clarifiquen durante la campaña electoral, porque, a mi entender, sería una monumental estafa a los electores de ambos partidos. En el actual clima de confrontación, con dos partidos que se presentan a sí mismos como dos modelos antagónicos, aunque en la práctica lo sean menos de lo que parece, que el rito electoral acabara con una componenda, en nombre de la calidad de la democracia, sería un abuso monumental de la confianza de los electores. Me parece que no hay ninguna duda de que la mayoría de los electores del PSOE o del PP no quieren ni por asomo que su partido posibilite que el adversario gobierne estando en condiciones de impedirlo. Y me da la impresión de que los dos candidatos, en el fondo, tampoco. Y que es esta una de las promesas que se hacen pensando en que no habrá nunca ocasión de verificarlas. ¿Y si esta vez ocurriera? Que no nos lleven engañados a las urnas.

En Cataluña, Artur Mas lleva cuatro años con el patético discurso de que se le quitó la victoria. Es falso. Simplemente, no fue capaz de conseguir una mayoría parlamentaria y José Montilla, sí. Esto es lo que da y quita el poder en democracias como la española. La obstinación de Artur Mas es tal que no parece haber aprendido lo que un partido nacionalista catalán debería saber de memoria: que la presidencia de Cataluña no se consigue en Madrid. Y si antes confió en una promesa de Zapatero, que éste no pudo satisfacer porque la mayoría parlamentaria se formaba en Cataluña, ahora insiste pidiendo un compromiso por escrito al PSOE y al PSC de que en el futuro gobernará la lista más votada. Es un compromiso imposible. Ningún partido político tiraría piedras sobre su tejado adquiriendo una obligación que le puede perjudicar y que es contraria al sistema parlamentario. O sea, que quede claro: gana las elecciones y es elegido presidente aquel que puede encontrar un apoyo parlamentario suficiente. Los mensajes equívocos no sirven para nada, si acaso ayudan a aumentar la desconfianza.

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