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Corazón loco

Para cualquier partido político es difícil mantener alianzas diversas y contradictorias a la vez, y no estar loco. Es posible no tener los mismos socios en escenarios políticos distintos, pero lo que es complicado es tenerlos contradictorios, que tus amigos aquí sean tus peores adversarios allí. Es posible que existan alianzas rarísimas en el campo municipal, sobre todo en los pequeños municipios -hay sitios donde Esquerra y el PP gobiernan juntos-, debidas a dinámicas locales. Pero en las instituciones grandes, el Gobierno del Estado, de Cataluña, de las comunidades autónomas, incluso de los grandes municipios, es muy difícil que un mismo partido participe simultáneamente en pactos poselectorales que vayan en direcciones contrarias.

El tripartito de izquierdas ha tendido a generalizarse, por coherencia y por confianza

Viene esto al caso por el debate sobre si un pacto de gobierno entre socialistas y convergentes en Madrid debería significar o no un cambio en el gobierno de Cataluña. Puede discutirse el buen gusto de proclamar abiertamente, por parte de CiU, que ésta sería una condición para el pacto. Pero, más allá de la estética, la cuestión es si sería razonable, explicable y comprensible que un mismo partido participara simultáneamente en dos pactos antagónicos, uno en Madrid y otro en Barcelona. O si de una forma natural, incluso sin que nadie lo pusiese sobre la mesa como una condición, los partidos tenderían a establecer pactos coherentes y más o menos homogéneos en los distintos escenarios. Una cuestión estrictamente teórica, porque en el fondo todo va a depender de los resultados electorales y esta hipótesis sólo se plantearía en un abanico muy reducido de todos los resultados posibles.

Tengo la impresión de que cuando CiU plantea durante la campaña que no puede haber acuerdo en Madrid sin afectar a la política de pactos de los socialistas en Cataluña, a pesar de los problemas estéticos que puede provocar esta condición, lo hace precisamente como argumento de campaña. Los electorados nacionalistas -no tan sólo el convergente- afrontan estas elecciones desmotivados, cansados y perplejos. Rajoy les provoca pavor y Zapatero desconfianza. En muchas cosas, estos electorados están más interesados en cómo se gobierna Cataluña que en cómo se gobierna España. Y en el caso convergente, este electorado está harto del tripartito. Por tanto, para movilizar al propio electorado, es necesario ofrecerle expectativas de cambio en Cataluña, aunque las elecciones sean españolas. ¿Diferencias entre Convergència y Unió? Yo creo que Convergència querría exigir este cambio y Unió cree que caería por su propio peso. No es una diferencia sustancial.

Pero, en cualquier caso, volvamos al argumento central: mantener simultáneamente pactos contradictorios, como un corazón loco de la política. CiU es una coalición nacionalista que aspira por encima de todo a gobernar en Cataluña. En la política española sólo puede tener papeles secundarios. ¿Podría pactar CiU con los socialistas en Madrid cuando los mismos socialistas encabezan y abanderan un pacto como el tripartito, que es entre otras cosas un pacto contra CiU y en todo caso perjudica a CiU? Si la respuesta a esta pregunta ofrece dudas, probemos a plantearla con protagonistas cambiados. ¿Aceptarían alguna vez los socialistas un Gobierno sociovergente en Cataluña si CiU estuviese dando apoyo en Madrid a un Gobierno del PP? ¿Aceptarían los populares pactar en Madrid con CiU si sus aliados en el Parlamento español formasen parte en Cataluña de un frente nacionalista enfrentado al Gobierno del Estado? ¿Aceptaría Esquerra ofrecer sus votos a la investidura de Zapatero si existiese en Cataluña un pacto entre CiU y el PSC que la apartase del Gobierno? Y no sirve la respuesta de que los socialistas catalanes y los socialistas españoles son dos cosas distintas e impermeables, porque, si lo son, parecen serlo sólo a ratos y a conveniencia.

En todos estos casos, tengo la convicción absoluta de que los propios electores, los demás socios y el conjunto de la opinión pública pedirían a los partidos políticas de alianzas coherentes. Y no entenderían que un mismo partido estuviese en un escenario acaramelado con los socialistas, pongamos por caso, y en otro escenario simultáneo combatiendo a los socialistas del brazo de los populares. Fijémonos en el caso catalán: el tripartito de izquierdas ha tendido a generalizarse en todo tipo de instituciones, desde los grandes ayuntamientos hasta las diputaciones. No es sólo un problema de coherencia ideológica. Es sobre todo un problema de confianza.

Para mí la verdadera cuestión es con quién se establecen alianzas políticas, no a cuántos escenarios se aplican. Cuando se ha elegido un acuerdo, tiende a aplicarse en todos los escenarios en los que es posible. Y se tiende a no aplicar en ningún escenario una fórmula que entre en absoluta contradicción. El problema es con quién quiere y puede pactar cada uno y hasta dónde quiere implicarse. Zapatero ya se lo preguntó a CiU. Pero Iniciativa también se lo preguntó al propio Zapatero. Y nadie -excepto los que sólo tengan una opción posible- responderá a esta pregunta antes de la noche del 9 de marzo.

Vicenç Villatoro es escritor.

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