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Reportaje:

La presión del grupo para fumar

Manuel Planelles

Un Black Devil huele a chocolate. Y, sólo con la primera calada, deja en los labios un agradable regusto a cacao. Pero un Black Devil es un cigarrillo de los de verdad, de los que contienen alquitrán, nicotina y monóxido de carbono. Y "puede matar", como se lee en la elegante cajetilla de esta marca que tiene como logo a un diablo sonriente.

"La publicidad de tabaco en los medios de comunicación se ha reducido mucho, pero ahora es más subliminal. Ahora se cuida más la forma de los paquetes, que parecen más una caja de bombones", asegura José Santos, médico y orientador escolar. "Es la venta del glamour", añade Sonia González, psiquiatra de la unidad de tabaquismo de la Consejería de Salud. Santos y González forman parte del equipo que se encarga de impartir cursos y talleres para lograr que los menores de los institutos cordobeses se deshabitúen del tabaco.

Más información
Una calada de metales pesados

El curso pasado se puso en marcha en tres centros de Córdoba un proyecto piloto para abordar este problema. Este año la iniciativa se ha extendido a toda la región bajo el nombre de A no fumar ¡Me apunto! Salud estima que los potenciales usuarios del programa pueden ser 62.457 alumnos y 3.838 profesores de 376 centros.

Se trata de un programa de prevención del tabaquismo en el que participan las consejerías de Educación, Salud e Igualdad y Bienestar Social. Está dirigido a todos los alumnos de Educación Secundaria. También se pueden apuntar los profesores y los padres y madres de los chicos. Auxiliadora Cabanás, médica de familia del centro de salud del Polígono Guadalquivir de Córdoba, es otra de las encargadas de este proyecto, en el que actualmente están inscritos alrededor de 50 centros de la provincia. En cada instituto se imparten charlas sobre los riesgos del tabaco a una media de 300 alumnos.

En esa primera fase, el personal de los propios centros puede impartir las conferencias dentro del horario lectivo. "Después de las charlas se pregunta a los alumnos si están interesados en dejar el tabaco y se organizan los talleres de tratamiento", apunta Cabanás. El año pasado organizaron siete y "casi el 100%" de los que se apuntaron fueron chicas. "Notamos una falta de motivación y un tercio dejó el tratamiento rápidamente", afirma. En casi todas las asistentes el patrón se repetía una y otra vez. Comenzaban a fumar por la "presión de grupo" y les resultaba difícil dejarlo al notar la "sensación de pérdida de pertenencia". "El grupo casi las obligaba a darle caladas al cigarro", indica Cabanás.

"Es una situación curiosa, los adultos que fuman se sienten perseguidos y pueden dar el paso para dejarlo, pero en los jóvenes la presión social funciona al revés", detalla esta facultativa. Santos, además, culpa del problema del tabaquismo entre los jóvenes a los mensajes contradictorios: "Les decimos que no fumen pero estamos fumando".

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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