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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Eduardo Bonnín, fundador de los Cursillos de Cristiandad

El fundador del movimiento católico Cursillos de Cristiandad, extendido a medio mundo, el seglar Eduardo Bonnín Aguiló, murió la pasada semana a los 91 años en Palma de Mallorca, según comunicaron sus seguidores. En la década de 1940, con la complicidad del obispo de Mallorca José Hervás y del canónigo Sebastián Gayà (recientemente desaparecido) y del arquitecto José Ferragut, Bonnín inició la que es hoy una amplísima organización cristiana internacional. "Es un movimiento piadoso y popular, no estrictamente de base ni de parámetros progresistas aunque tampoco es identificable con el Opus Dei o los Legionarios de Cristo", según el sociólogo Antonio Tarabini, que fue jesuita y político socialista.

"Ha sido hasta el final visitador de presos, acudía a la cárcel, cada día, para asistir y ayudar espiritualmente a los internos que se lo reclamaban", detalló el periodista Juan Pla, que fue integrante en su juventud de los Cursillos y que tramitaba días pasados una cita con Bonnín para rememorar el origen de los cursillos y sus primeras concentraciones fervorosas.

Siendo presidente de los jóvenes de Acción Católica, en 1949, Bonnín acompañó con sus rezos y solidaridad a dos de los últimos condenados a muerte por Franco en Mallorca, ajusticiados por garrote vil. Era miembro de una familia numerosa de una saga de comerciantes descendientes de los judíos conversos, los chuetas, sometidos a cruel persecución histórica por la Inquisición, según detallan las informaciones que publican los Cursillos en la Red. Sus padres quisieron apartarlo de la relativa marginación social y la burla chabacana que se extendió hasta el año 1970 en Mallorca. Recibió clases particulares "en un ambiente de fe católica profunda", alejado del colegio privado en el que se inició. La experiencia como soldado en la Guerra Civil en Barcelona, desde 1937, fue determinante.

Ante la rápida extensión en las primeras décadas de su red, la Iglesia oficial se inquietó y forzó el traslado del obispo Hervás y de sus ayudantes a una diócesis de Castilla. Los cursillos articularon sus esquemas universitarios: un "rector" dirigía el programa confesional, con un equipo de profesores que abordaban temas: "La piedad, el estudio, la acción", lo que denominaron el "trípode".

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