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El vertido deja 24 toneladas de residuos en la playa

Fernando J. Pérez

Una marea blanca -sí, han leído bien- inundó ayer las playas algecireñas de Rinconada y Getares tras la fuga de combustible procedente del buque chatarrero New Flame, hundido casi completamente a una media milla del faro de Punta Europa, en Gibraltar.

Fue una marea blanca, el color del uniforme de los cerca de 40 operarios de limpieza desplegados para retirar las manchas de fuel de la arena y dejar las playas en su estado habitual.

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Desde las 15.00 del domingo, cuando se puso en marcha el dispositivo, hasta la tarde de ayer, los empleados de limpieza peinaron un kilómetro de litoral y llenaron un contenedor con bolsas de basura repletas de arena manchada con petróleo. En total, se recogieron 24 toneladas de residuos de hidrocarburos y arena.

El hundimiento del New Flame no se ha sentido aún demasiado en las playas de Algeciras, contaminadas sobradamente por el puerto y las industrias de la bahía, pero ha manchado un poco más las relaciones entre Gibraltar, que lleva viendo desde el 12 de agosto cómo el barco se va a pique tras colisionar con el petrolero Torm Gertrud, y el Estado español en sus distintas denominaciones.El despliegue de medios para limpiar las playas era enorme, teniendo en cuenta la magnitud del escape de fuel. Parecía como si los responsables no quisieran que se les acusara de falta de acción a menos de un mes de las elecciones. Además de los treinta limpiadores, había unos 25 miembros de la Dirección General de Costas, de la Consejería de Medio Ambiente y del Ayuntamiento de Algeciras, así como ocho todoterrenos y un helicóptero del 112, que coordinaba la operación.

En Gibraltar, la población no parece muy preocupada por el destino del New Flame. Rosemary, en la oficina de Turismo, se sorprendía del revuelo que ha formado el hundimiento al otro lado de la raya. "Se nota que hay elecciones pronto en España. No sé por qué no montan el mismo follón con la contaminación de las refinerías de Algeciras". El ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, reconoció ayer que el fuel procedía del New Flame, pero indicó que es "combustible ligero" de la maquinaria usada por el equipo que intentar rescatar el barco.

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Ayer, en Punta Europa, un goteo de curiosos se acercaba al mirador de Hardings Battery, al lado del faro y de una mezquita construida por el rey Fahd de Arabia Saudí, para ver las evoluciones del equipo de rescate del pecio.

Los veinte hombres de la empresa encargada del rescate del New Flame, Titan, no pudieron acercarse siquiera al barco. Un viento de más de 90 kilómetros por hora y una mar gruesa se lo impidió. Hoy lo intentarían de nuevo.

Mientras tanto, en el Peñón, el gobierno gibraltareño opta por declaraciones de perfil bajo en un tema que tampoco suscita el interés de la prensa local. El ministro principal de la colonia, Peter Caruana, aseguró que "se está haciendo todo lo posible" para rescatar el carguero de su lecho marino y afirmó que el hundimiento del New Flame "entraba dentro de los escenarios previstos".

Esta misma opinión técnica es compartida por Dan Schwall, el director de la empresa Titan, contratada por la aseguradora del buque con el visto bueno de las autoridades gibraltareñas. El equipo de rescate colocó hace un mes unas gruesas cadenas a lo ancho del casco para reflotarlo incluso en el caso de que se hunda totalmente.

Schwall considera "altamente improbable" que el buque se desplace mucho de su posición actual. A pocos metros al este del New Flame, hay un escalón que cae a unos 45 metros de profundidad, lo que dificultaría el rescate. "El barco pesa demasiado con la carga que tiene. Puede tener algún bandazo, o que se deteriore la base del casco, pero dudo mucho que se mueva", afirma este técnico estadounidense cuya empresa ha participado en decenas de rescates de barcos en todo el mundo desde 1990.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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