"Es leer los papeles del abuelo y se me pinza la espalda"
Durante años, aunque eso lo supo mucho más tarde, la vida de Carmen Negrín estuvo perfectamente planificada en una agenda. Estudiar latín. Estudiar griego. Estudiar alemán. Aprender a jugar al tenis. Aprender a esquiar. Aprender a tocar el piano... "Me quedé sorprendida al ver el detalle de todo lo que haríamos mi hermano y yo a varios años vista. Bueno, hasta secundaria, porque al abuelo no le dio tiempo a más". El abuelo, el anotador, era Juan Negrín, nacido en 1892, jefe de Gobierno de la República española entre 1937 y, ya exiliado en Francia, 1945, con quien Carmen convivió de los tres a los nueve años. El mismo que le pedía que demostrara ante su amigo Albert Camus lo bien que escribía araña ("una palabra bastante complicada en francés").
La nieta del líder republicano cree que murió de una depresión
Lo explica con un acento entre francés y chileno en una especie de cámara secreta revestida de madera noble y repleta de libros que comunica con el restaurante de La Nau, la sede histórica de la Universidad de Valencia. La entrevistada, para desasosiego de la encargada, declina el ofrecimiento que le hacen para recoger las servilletas y las copas medio llenas de vino de la comida que acaba de compartir con sus anfitriones, lo que hace de la conversación una impecable sobremesa.
Negrín -hoy con 60 años- fue una hija del exilio que acabó casándose con un exiliado; su segundo marido fue un urbanista chileno, perseguido por Pinochet. "Pero para mí el exilio ya no es un peso. Para mi padre posiblemente fue un trauma. Y para mi abuelo lo fue. El exilio, la guerra y las acusaciones le dolieron terriblemente. Obviamente murió de una depresión, eso es seguro".
Llegó a la conclusión después de leer y releer los documentos que conserva en su casa de París: el inmenso archivo de Juan Negrín que el Gobierno reclama desde hace años y que ahora, afirma Carmen, está cerca de ser entregado a España. "Cada vez que los leo se me bloquea la espalda y tengo que ir a que me den un masaje porque me pongo en su lugar y es horrible. No sólo las acusaciones, sino todo el proceso de la guerra: cómo van avanzado las tropas franquistas, alemanas e italianas, cómo quedan aislados, cómo los europeos los abandonan totalmente".
Carmen Negrín nació en Nueva Jersey en 1947, vivió en México, se crió en París con su abuelo, estudió Literatura en la Universidad de Berkeley (California) en los muy movidos años sesenta, y acabó instalándose definitivamente en la capital francesa "un poco por azar": conoció a un francés, se casaron y aquello duró tres meses. "¿Por qué fue tan corto? Pues porque más vale darse cuenta rápidamente, ¿no?", dice, decidida a no dramatizar más de lo necesario en toda la tarde.
Trabajó 30 años para la Unesco, tiempo de sobra para quedar "impactada" por figuras tan contradictorias como Arafat y Peres, Mandela y Rabin, y explica con una imagen por qué tiene pasaporte francés y de EE UU pero no el de España: un funcionario de fronteras británico sustituyó la palabra español que su abuelo escribía cada verano en la casilla de nacionalidad por la de apátrida. "Yo no había nacido cuando a mi familia le quitaron la nacionalidad. Por eso creo que simbólicamente nos debería ser devuelta en vez de tener que ir a pedirla".
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