Las demócratas se plantean si hay que votar a Hillary sólo por ser mujer
Las primarias de manaña pueden dar el espaldarazo o la puntilla a la candidata
Dos amigas discuten su voto reunidas en torno a un humeante café. Ambas son blancas, una bastante más joven que la otra. La joven dice que dará su voto a Barack Obama. Aquella que quemaba su sujetador en los años sesenta como símbolo de liberación asegura tenerlo claro hace mucho tiempo: dará su voto a Hillary Clinton. ¿Por qué?, se le pregunta. "Porque es mujer", responde. "¡Ésa no es razón para votar por nadie!", exclama indignada la joven.
"Ser mujer ya no es suficiente para las feministas", asegura una profesora
Para ella sí. Por razones entre sentimentales e históricas. Al fin y al cabo, votar fue un derecho que se ganó su tatarabuela no hace tanto tiempo. Las mujeres de todos los colores pudieron votar en Estados Unidos 50 años después de que lo pudieran hacer los ciudadanos de raza negra. Podían votar los negros, sí, pero los negros hombres. En 1920, la 19 enmienda a la Constitución de Estados Unidos establecía que el derecho a votar no podía estar limitado por el sexo de una persona. En 1870, la 15 enmienda había regulado en el mismo sentido pero respecto a la raza.
Dos siglos distintos y siete enmiendas después, los ciudadanos de EE UU, todos los ciudadanos, hombres y mujeres, tienen derecho a votar desde los 18 años y por primera vez en la historia en las filas demócratas pueden optar porque llegue a la Casa Blanca una senadora blanca o un senador negro. En el campo republicano la elección es más tradicional: será un hombre.
Ante tan novedoso panorama, los electores están divididos. ¿Se debería esperar que las mujeres votasen por Hillary Clinton por el simple hecho de ser mujer? En ese caso, ¿hacia dónde se inclina el voto de las mujeres negras? ¿Recuerdan a las famosas soccer mom...? Aquellas mujeres trabajadoras que vivían en las zonas residenciales de las grandes ciudades, de clase media, que conducían coches ranchera y llevaban a sus hijos a los partidos de fútbol y condujeron a Bill Clinton a la victoria en 1992... ¿Qué votarán las soccer mom? ¿Perpetuarán la dinastía Clinton en el poder? Los expertos dicen que no, que ya no cuentan, que el relevo lo han tomado las mujeres solteras -que suman millones-. ¿Y los grupos feministas? A excepción del incendiario comunicado de la sección neoyorquina de NOW (National Organization for Women) que declaró "una traición a las mujeres" el apoyo dado por el senador Ted Kennedy a Obama, el resto se define "independiente" y no se decanta por ningún candidato.
Pero sirva como dato que han sido las mujeres las que decidieron el presidente de Estados Unidos en las últimas cinco elecciones. Que desde 1980, las mujeres han tenido tasas de participación más elevadas que los hombres en las presidenciales. Y que según un reciente sondeo, la base demócrata la compone un 58% de féminas.
Pero a partir de aquí, las respuestas empiezan a no ser ni blancas ni negras. Según el Instituto de Opinión Pública del Colegio Marista (MIPO, siglas en inglés), el género no es todo a la hora de que una mujer decida a quién da su voto. "Tanto las mujeres jóvenes como las mujeres negras votarán por Obama", asegura MIPO. Y sin embargo, desde la campaña de Obama, Joyce Johnson reconoce que las mujeres negras se dividen entre las que apostarán por el senador de Illinois y las que quieren ver a una mujer, en este caso Hillary Clinton, llegar a la Casa Blanca. Según el último sondeo de MIPO, la senadora de Nueva York encabeza las encuestas en intención de voto con un 48%. También se sitúa en primera línea entre las mujeres, 51%. Entre las mujeres negras, el 57% asegura haber decidido que votará por Obama. Un 12% dice estar indecisa.
Las nuevas generaciones parecen haber superado las ataduras: se sienten libres de votar por un hombre y seguir siendo "buenas" feministas. Nadie lo explica mejor que Alice Kessler-Harris, profesora de Historia de la Columbia University, quien asegura que al final "ser mujer no es suficiente" a pesar de que éste pareciera el momento que las feministas han esperado por mucho tiempo. "Apoyar a Hillary porque es una mujer abriría la puerta al debate sobre poner la raza, la religión o el sexo en el número uno de nuestras prioridades", dice la docente en su artículo Por qué no soy necesariamente de Hillary. Apoyar a Clinton por "su identidad" sólo conduciría a alentar a otros a que hagan lo mismo por lo que creen sus candidatos o el color de su piel. "Y la identidad no es garantía alguna de que un individuo en concreto defenderá los valores y los temas claves de las feministas". Y cita dos ejemplos: "No olvidemos que Margaret Thatcher se encargó de desmantelar el Estado de bienestar británico y de que el juez negro del Tribunal Supremo de EE UU Clarence Thomas ha emitido fallos a menudo que han cerrado las puertas a los afroamericanos a oportunidades económicas".
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