Indiana Jones y el museo maldito
"La arqueología es la búsqueda de los hechos, no de la verdad; si es la verdad lo que está buscando, la clase de filosofía está al fondo a la derecha". Dan ganas de recordarles al amigo Josep Maria Carreté y a todos los ideólogos de Cultura que vuelven a marear la perdiz con el pobre museo de Arqueología barcelonés la frase de nuestro arqueólogo favorito: Indiana Jones, por supuesto.
Por favor, más allá de debates, de intereses políticos y partidistas, ¿tan difícil es tener un museo de Arqueología en Barcelona como Dios manda? Uno en el que simplemente podamos maravillarnos ante los objetos del pasado, que nos impulse a aumentar nuestro conocimiento de la antigüedad, que nos de las claves sobre la metodología arqueológica y nos invite a soñar en esos mundos pretéritos a través de sus vestigios. No parece tan complicado. En todas las grandes ciudades europeas hay un museo así. Pero aquí llevamos décadas ya dándole vueltas al asunto, buscando una piedra filosofal más evanescente que el arca perdida. Mientras, la profesión se exaspera y deprime cíclicamente, las colecciones languidecen y el público, que es lo más importante, ya empieza a tener claro que la arqueología que le interesa está en otra parte (y no en las tristes -aunque siempre tan bienintencionadas- exposiciones del centro): en Caixafòrum, generalmente. ¿Qué tendrá que ver que haya un buen museo en Empúries, que sea magnífico, por su vinculación a la imperial Tarraco, el de Tarragona, que tengamos cientos de interesantísimos yacimientos por todo el territorio, con que Barcelona disponga del gran museo arqueológico que una ciudad como ella merece? Pero no, vamos a dejar que el museo de Montjuïc siga en la pendiente ¡ochos años más! ¡para luego cerrarlo! Explíquenselo a los niños, a los adolescentes, que han de formar ahora su pasión por la antigüedad, o a la gente que quiere un contacto emotivo con ella. Y todo en aras de otro gran proyecto trascendental de país. ¡Sálvanos, Indiana!
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