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Reportaje:

Con hipoteca, pero sin casa

Un centenar de familias de Jerez espera desde 2006 poder vivir en sus pisos

Desde hace 20 meses sus casas están acabadas, pero no pueden vivir en ellas. Desde hace casi dos años disponen de las llaves, pero han tenido que romper los candados colocados por la constructora para entrar en sus pisos. Desde octubre de 2006 pagan la hipoteca, pero siguen en la calle.

A 105 familias jerezanas se les ha acabado la paciencia. Hace cuatro años compraron sus nuevas casas en dos promociones de viviendas de renta libre ubicadas en una zona de expansión en el norte de Jerez. Los inmuebles están finalizados desde el segundo semestre de 2006, no así los viales aledaños de la urbanización.

Según relataron ayer los vecinos, la constructora Edimar no ha presentado ni en la Gerencia Municipal de Urbanismo, ni en la empresa de electricidad, ni en la del agua la documentación que acredite la conclusión de los trabajos, por lo que la promoción no cuenta con la licencia de primera ocupación. Esto impide que los propietarios puedan habitar sus casas y que los flamantes pisos tengan luz y agua.

"Una mujer ha dado a luz a gemelos y tiene que vivir en casa de sus suegros"

Varios de los afectados se concentraron ayer a las puertas de la promoción. Piden ayuda y colaboración institucional, pero todo apunta a que no hay alternativa.

El delegado de Urbanismo del Ayuntamiento, Juan Pedro Crisol, subrayó ayer que en un desarrollo urbanístico privado, la administración "poco puede hacer". "Para poder dar la licencia de primera ocupación, falta terminar la urbanización, finalizar las conexiones con Aguas de Jerez y tener los permisos necesarios para la conexión eléctrica", detalló.

Las explicaciones ni convencen ni consuelan a los vecinos. "Ni me acuerdo de cuántos plazos nos ha dado ya la constructora", lamenta Pepe Rodríguez, el portavoz de los afectados, un joven de 30 años que pretendía emanciparse.

Astra Mar y Arroyo del Membrillar son los nombres de las dos promociones de viviendas. La mayoría son pisos de tres dormitorios de unos 70 metros cuadrados útiles, con garaje, trastero, piscina y amplios jardines. Casi dos años después de su finalización, el residencial mantiene una pulcra apariencia y es que está por estrenar.

"En estos 20 meses, hay gente que paga la hipoteca de los nuevos pisos y un alquiler al mismo tiempo; otros viven en casas de familiares y hay parejas que se han casado, pero que cada uno sigue viviendo con sus padres", relata Pepe.

"Esto es un desastre completo. Nos dejaban entrar en las viviendas cuatro horas cada jueves para que pudiéramos medir y encargar los muebles, pero ahora las tiendas no nos guardan lo que hemos comprado por más tiempo", explica Ángeles, una joven que se casó hace seis meses y que hace malabares cada mes para pagar la hipoteca y el alquiler de un pequeño apartamento donde vivir mientras tanto.

"¡Esto no se puede aguantar!", protesta enérgica mientras cuenta que otra vecina "ha dado a luz a gemelos y sigue viviendo en casa de sus suegros".

Para Elena, otra de las propietarias que acudió ayer a la concentración, "ya se ha llegado al límite".

Los responsables de la empresa constructora Edimar declinaron hacer declaraciones sobre la situación y se limitaron ayer a comentar que se mantienen "al margen".

Mientras unos vecinos protagonizaban la protesta, otros introducían en el edificio unos sofás rojos recién sacados de un almacén. Algunos metros más allá, los de mayor edad se entretenían viendo los tres palmos de agua de lluvia que rellenan la piscina de la urbanización, de la que cuelgan algunos carteles con el letrero "se vende" y una pancarta que resume la situación: "Hipotecados y sin poder ocuparlos".

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