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El 'magritte' y el 'fortuny ' que no coincidieron con el dinero

El País

El dinero ha sido "baza decisiva" en la formación de la colección privada que se ha incorporado temporalmente al Museo de Bellas Artes, pero también ha marcado los límites y ha sido "causa de frustraciones pasajeras" ante piezas relevantes y difíciles de encontrar en el mercado que se escaparon de sus manos, según cuenta el galerista Guillermo de Osma, asesor artístico del propietario. Es el caso de un cuadro de Magritte y un fortuny que encajaban perfectamente en la colección pero no llegaron en el momento oportuno. "No había posibilidades para financiarlas", explica. Los recursos y el arte se han cruzado de maneras diferentes en la formación de la colección. Osma recuerda que en otras ocasiones las compras se han cerrado con rapidez, antes de que el dinero tomara otros derroteros más lucrativos, o que los fondos han debido esperar que apareciera el cuadro más conveniente.

Los asesores han buscado piezas significativas de los artistas, "obras con pedigrí": con una buena procedencia, expuestas con anterioridad o catalogadas en los libros de referencia sobre los creadores. En la mayoría de los casos, cada nombre está representado por una sola pieza, pero hay excepciones notables. Una obra de Picasso, El pintor y la modelo I (1963), fue la primera adquisición del coleccionista, cuando todavía ni pensaba serlo. Cuando estaba en marcha el proyecto de reunir un conjunto coherente, basado en el arte español desde el romanticismo y en las grandes figuras internacionales del siglo XX, se compró otro picasso, Cajetilla de tabaco y vaso (1922), un ejemplo de su vuelta al cubismo. Y es que Picasso es emblemático para la colección: "Nace en el XIX, muere bien entrado el XX, marca el rico quehacer artístico del siglo y en él confluye lo español con lo internacional".

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