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4.000 personas abarrotan la lonja en el adiós a los náufragos del 'Cordero'

El pueblo de Ribeira paró en señal de luto por las cinco víctimas del temporal

Bajo un cielo ferozmente azul y a la orilla de un mar que parecía más en calma que nunca, 4.000 personas, según estimaciones de la Policía Local, atestaron ayer la lonja de Ribeira donde se celebró el funeral en memoria de los cinco tripulantes víctimas del naufragio del arrastrero Cordero. El pueblo entero se paró en señal de luto por la tragedia.

Junto a familiares, vecinos y amigos de las víctimas, al acto asistieron también el presidente y el vicepresidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana, respectivamente, así como la ministra de Pesca y Agricultura, Elena Espinosa, el delegado del Gobierno en Galicia, Manuel Ameijeiras, el alcalde de la villa, José Luis Torres Colomer, el secretario de organización del PP, Alfonso Rueda y una nutrida representación del Gobierno autonómico.

Numerosos patrones mayores de A Coruña y Pontevedra y, sobre todo, marineros del puerto de Ribeira, uno de los más importantes de la Unión Europea en lo que a flota de bajura se refiere, dejaron ver en sus rostros el lado más amargo de la profesión. "Esto es lo que hay", decían ya resignados y con la mirada fija en el horizonte que dibujan las aguas. A la pregunta de "y ahora, ¿qué?", una sonrisa de ironía volvió a los labios de un marinero: ""Pues nada, a seguir capeando temporales".

La lonja se quedó pequeña para y las 1.200 sillas que se dispusieron en el interior resultaron insuficientes. Los asistentes, además de abarrotar los laterales de la nave, se dispersaron por todo su contorno. Ahí, al pie de un puerto extrañamente tranquilo, había sobre todo marineros solitarios que seguían las indicaciones del arzobispo, santiguándose o rezando. Mientras, en el interior de la lonja, la Coral Polifónica de Ribeira cerraba la ceremonia con la Salve Marinera, dedicada a la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores.

La improvisada capilla sirvió de reclamo para que "las autoridades nacionales e internacionales", en palabras del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, que ofició la misa, "tomen medidas" que eviten "tantos riesgos imprevistos" que tienen que afrontar los marineros. "El conocimiento del mar no es un aval de seguridad", dijo. Una llamada de atención que partió no sólo del propio arzobispo, sino también de la Conferencia Episcopal, que quiso estar presente con una carta remitida desde Madrid, en la que mostraba el pesar de los obispos por el "trágico" mes de enero en la costa gallega.

Los momentos más desgarradores se produjeron al final de la misa, cuando a la madre de Alberto Otero, uno de los ribeirenses desaparecidos, le desbordó la emoción y tuvo que ser evacuada por efectivos de Protección Civil y Cruz Roja. "Levóumo o demo", gritaba. Derrotados por el dolor se mostraban también los familiares del resto de desaparecidos y de Francisco Alboreda, cuyo cadáver fue recuperado y enterrado el pasado miércoles en Porto do Son.

Ayer continuaron las labores de búsqueda de los cuatro desaparecidos por parte de helicópteros y buques de salvamento. La única novedad fue el hallazgo del chaleco salvavidas de uno de los tripulantes del arrastrero hundido, encontrado a una milla de Cabo Prior.

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