"¡Ibaaaaañez... Ibaaaaañez!"
El creador de Mortadelo y Filemón se somete a preguntas de 400 escolares
Alex tiene 10 años y estudia quinto de primaria en el Colegio Doctor López Rosat. Lleva bajo el brazo un álbum de Mortadelo y Filemón con la esperanza de que Francisco Ibáñez, el dibujante que lleva 50 años contando las historias de tan atípica pareja de agentes secretos, se lo firme. "Me estoy intentando hacer toda la colección", afirma sin saber que la obra de este incansable trabajador de la historieta es ingente. Poco después, en la capilla del Monasterio de San Miguel de los Reyes, aparece Ibáñez en loor de multitud. Más de 400 niños y adolescentes de 11 colegios de la provincia de Valencia corean su nombre: "Ibaaaaaañez, Ibaaaaañez". E Ibáñez se ruboriza. "Soy muy tímido y me parece muy extraño que, medio siglo después, este fósil de la historieta que soy siga gustando a los chavales", comenta el dibujante.
El dibujante confesó sentir envidia de sus personajes
Francisco Ibáñez fue ayer la estrella para la chavalería en un encuentro con estudiantes valencianos organizado por la Biblioteca Valenciana dentro del ciclo Encuentros con Escritores que organiza la institución. Desde que, el 20 de enero de 1958, publicó su primera viñeta con los personajes de Mortadelo y Filemón, las historias de estos dos agentes de la T.I.A. que luchan contra los malos y, pese a su impericia, acaban triunfando, han cautivado a varias generaciones de lectores de todo el mundo. 50 años después de su inicio en el mundo del cómic y casi 30 desde que sacara a la luz su primer álbum, El sulfato atómico, el tipo con levita "que parecía una mortadela" y su jefe, el de los dos pelos, siguen encandilando a los más pequeños.
Lo demuestra el hecho de que ayer, cuando Ibáñez se sometió al tercer grado de los escolares, surgieran preguntas que nunca le han hecho los periodistas. Como la que le hizo un niño que quería saber cuál era la anécdota más divertida que le había pasado en su vida y el dibujante contó que ocurrió en la Transición, cuando un grupo político lo quiso fichar para que participara en un mitin y lo confundió con el cantautor Paco Ibáñez. O como, a la pregunta de cuál era su personaje favorito, respondió que Rompetechos: "Porque es miope como yo".
Los niños supieron extraer de Ibáñez algunos de sus más celosos secretos. Que le tiene envidia a sus personajes -"Porque yo tengo el trasero cuadrado de trabajar y ellos viajan"-, que mata a sus creaciones "cuando los lectores se cansan de ellos", que sufre cuando dibuja y sólo encuentra satisfacción a su trabajo cuando está editado y lo lee, o que prepara una historieta que resumirá sus 50 años de profesión "en la que saldrán todos los malos que se han enfrentado a Mortadelo y Filemón".
Ibáñez satisface la curiosidad de su auditorio. Pero comete un error. Promete que, al acabar la charla, firmará todos los ejemplares de sus cómics que llevan los niños. Entonces se produce la avalancha de chavales en busca de la rúbrica de su ídolo. El caos. Pero Alex lo consigue y tiene, por fin, la firma del hombre que lo ha hecho feliz con sus geniales historias disparatadas.
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