El Mallorca fue el Madrid
El equipo de Schuster desperdicia una catarata de ocasiones y a los baleares les basta un único golpe
El Mallorca fue el Madrid y el equipo de Schuster se atragantó con su propia pócima. Los madridistas jugaron mucho mejor que su contrincante, pero se despeñaron una docena de veces cuando sólo parecía posible que fuera gol o gol. Al conjunto balear le sirvió un remate para desterrar al Madrid de la Copa, torneo que le crea urticaria desde 1993, su último triunfo.
REAL MADRID 0 - MALLORCA 1
Real Madrid: Dudek; Salgado, Cannavaro, Sergio Ramos, Marcelo; Gago; Higuaín (Robinho, m. 64), Guti, Drenthe (Sneijder, m. 77); Baptista y Saviola (Van Nistelrooy, m. 46). No utilizados: Codina; y Torres.
Mallorca: Moyà; Varela, Ballesteros, Ramis, Fernando Navarro; Jonás, Borja Valero, Basinas, Tuni (Víctor, m. 58); Arango (Pereyra, m. 87) y Trejo (Ibagaza, m. 46). No utilizados: Lux; y Nunes.
Gol: 0-1. M. 82. Pase largo al que no llega Cannavaro e Ibagaza supera a Dudek con una vaselina.
Árbitro: Medina Cantalejo. Amonestó a Arango, Guti, Jonás, Baptista, Moyà, Valero y Van Nistelrooy.
60.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.
Al equipo de Manzano le bastó un 'solo' de Ibagaza. Todo lo demás lo hizo su rival
Frente al Mallorca mereció sellar una goleada, pero el extravío de sus delanteros ante Moyà y un solo extraordinario de Ibagaza le despidieron. Un guión muchas veces visto esta temporada con el Madrid, al que en tantas y tantas ocasiones le ha bastado con media jugada para cantar victoria. Schuster alistó a medio equipo reserva, un guiño de cuáles son sus prioridades, pero, incluso con teloneros, el Madrid en nada se pareció al perezoso equipo que se abanicó en Son Moix.
El Mallorca, pese al éxito, no fidelizó su pasado. Tradicionalmente había sido un equipo que alertaba al Bernabéu. Ayer fue un conjunto esquelético, miedoso y sin chicha. El Madrid, maquillado con unos cuantos suplentes, le borró del partido desde el primer instante. Con sus dos pivotes -Basinas y Borja- anclados a un palmo de sus centrales, ya de por sí incrustados en el fondo de la cueva, el equipo balear padeció un asalto tras otro. Moyà, su buen portero, y Saviola e Higuaín le concedieron un respiro.
El caso de estos dos argentinos resulta paradójico. Saviola ha hecho carrera al servicio del gol. Hoy, relegado al cuarto oscuro por Schuster, ha perdido la fe, la chispa que distingue a esos pillos del área que son muy capaces de producir goles donde sólo hay barbecho. Saviola está a la deriva. Van Nistelrooy, iluminado, es demasiado rival y, encima, tan estresado vive el Pibito que cuando deja de ser telonero se lesiona, como anoche poco antes del intermedio. Higuaín tiene cualidades para sobrevivir en la élite del fútbol, pero el gol no será su principal sustento. Entre uno y otro desperdiciaron media docena de ocasiones y dieron vida al Mallorca, que sólo alteró un poco su guión cuando Manzano, su técnico, se atrevió a alinear a Ibagaza tras el descanso. Jugadores como éste transmiten un mensaje subliminal. Con él al lado, todos, compañeros y adversarios, comprenden que el ideario cambia. El Mallorca había despreciado la pelota, imantada por el Madrid segundo a segundo. Ibagaza cambió la intención mallorquinista, pero el Madrid nunca estuvo un peldaño por detrás. Ni mucho menos. Gago y Guti, con el horizonte despejado, cosieron el juego del Madrid con solvencia. Gago emitió algunas señales desconocidas: se atrevió a trenzar varios pases en vertical y al primer toque. Una solución que pocas veces ha propuesto el ex medio centro de Boca.
Con el Mallorca en la trinchera, incluso se animó Drenthe, ayer en el extremo, no en el lateral o en el eje como le había probado Schuster en pretemporada. El holandés tiene depósito, aunque en ocasiones le falta frenada. Quizá sólo sea un problema juvenil. No es delicado con la pelota, pero le sobra ímpetu y ante contrarios tan anémicos tiene foco. Schuster le sostuvo hasta que se sintió apremiado y recurrió a Sneijder, tan anodino como siempre. Había llegado el momento de los titulares y también recurrió a Robinho. Todo apuntaba a la victoria blanca, con el Madrid atizando el área mallorquinista. Pero irrumpió Ibagaza, un jugador diferente, capaz de tirar de chistera en el peor día de cualquier equipo. Marcelo se deslenguó en una falta favorable al contrario. El brasileño, en vez de obstaculizar el lanzamiento, se puso a debatir con el árbitro. La pelota llegó al Caño, que le había ganado la espalda a Cannavaro y tras pinchar el balón le sopló el flequillo a Dudek con un toque exquisito.
Fue la única pincelada del Mallorca. Suficiente para impedir la triple corona con la que soñaba un sector de Chamartín. Cabía esperar que un año más el Madrid se sacudiera un trofeo que considera perjudicial para conquistas de mayor rango, pero nada hacía presagiar que su divorcio con la Copa se produjera cuando más méritos había hecho. El Mallorca se miró en su espejo y con la única gracia de Ibagaza pasó ronda.
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