Rajoy excluye a Gallardón de las listas y el alcalde le anuncia que deja la política
El líder comunicó el 'no' en presencia de Aguirre, que amenazó con dimitir - La humillación fue mayor porque el jefe del PP dejó crecer la idea de que diría sí
Esperanza Aguirre ha ganado la principal batalla política interna de su vida, y Alberto Ruiz-Gallardón ha perdido definitivamente su último intento, el enésimo, por llegar a la política nacional para, algún día, hacerse con el liderazgo del PP. Mariano Rajoy comunicó anoche al alcalde y a la presidenta de Madrid que Gallardón no irá en las listas al Congreso. Ante esta tremenda y humillante derrota, Gallardón decidió ayer, según fuentes cercanas al alcalde, que el 9 de marzo, después de las elecciones, abandonará la política. El alcalde, cuya sustituta legal en el consistorio es Ana Botella, la mujer de José María Aznar, esperará hasta entonces sólo para no hacer más daño al partido.
El alcalde de Madrid alertó al presidente del PP de la "trampa" que le tendía su rival
Ningún dirigente entendía anoche por qué Rajoy ha dejado crecer tanto la bola
Rajoy decidió una escenificación especialmente humillante para el alcalde, ya que la comunicación se produjo finalmente delante de su gran rival política, la persona que movió todos los hilos para evitar que cumpliera su sueño político, de nuevo frustrado.
La presión de sector más duro del PP y de algunos medios conservadores, (especialmente la cadena Cope y el diario El Mundo) enemigos acérrimos del alcalde, ha podido más que los deseos de Rajoy por contentar a uno de los políticos mejor valorados.
La noticia hundió por completo al alcalde y sus colaboradores, que estaban convencidos, como los más de 40 dirigentes del PP consultados sobre este asunto en las últimas semanas, de que Rajoy abriría un hueco, aunque no fuera en un puesto de cabeza, para cumplir los deseos de un hombre al que él colocó en maitines, la cúpula, mostrando la confianza y el respeto intelectual hacia el alcalde que todo su entorno le atribuía. Por contra, el entorno de Aguirre se mostró exultante con la victoria inesperada -ellos también habían asumido que Gallardón ganaría la batalla- que atribuyen en gran parte a sus presiones y a los avisos que mandaron a Rajoy del lío interno que le esperaba si contentaba al alcalde.
El comunicado oficial que dio cuenta anoche de la solución al mayor conflicto interno vivido por el PP en los últimos años refleja a las claras el nivel al que ha llegado la batalla. Según la dirección popular, Esperanza Aguirre también se ofreció para ser diputada, un órdago clarísimo a Rajoy porque exige dimitir de la presidencia de la Comunidad de Madrid -la ley no permite ser diputado nacional y presidente autonómico a la vez-. Esto es, Aguirre amenazó con dimitir si Rajoy incluía a Gallardón en las listas.
En el trasfondo de esta sangrienta batalla entre dos sectores irreconciliables está la sucesión de Mariano Rajoy si pierde las elecciones, como le auguran aún todas las encuestas. Aguirre ha provocado un enorme conflicto interno porque quería impedir a toda costa que Gallardón llegara al Congreso. La historia democrática española demuestra que el jefe de la oposición, para tener expectativas de éxito, necesita ser diputado. Aguirre sólo lo podía ser si dimitía. Y no quería bajo ningún concepto que, en caso de una más que previsible división del partido en torno a la sucesión de Rajoy, su principal rival tuviera un plus que ella no podía conseguir: el ser diputado.
Sólo eso explica que, después de dar una gran batalla en todos los frentes, Aguirre llegara al extremo de amenazar con dimitir, y por tanto renunciar a su enorme poder, si Rajoy concedía a Gallardón su deseo. En una reunión que alcanzó niveles de gran tensión, según fuentes de los dos sectores en discordia, Gallardón insistió en que esa jugada de última hora de Aguirre era "una trampa", p ero Rajoy cedió a la presión. La duda que quedaba pendiente anoche era si este órdago de Aguirre estaba pactado de antemano y, sobre todo, si Rajoy decidió en función de esa presión de última hora de la presidenta.
La posibilidad de que otros alcaldes, como el de Oviedo o la de Cádiz lleguen al Congreso -algo no confirmado- humilla aún más a Gallardón. Ya de madrugada, ninguno de los dirigentes consultados entendía por qué Rajoy ha estirado tanto tiempo la polémica y no le dio la negativa desde el primer momento.
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