Planes estratégicos
El enredo de los planes estratégicos para la provincia de Alicante, sobre los que tanto se ha hablado durante las últimas semanas, parece tocar a su fin. Las diferentes propuestas presentadas se reducirán finalmente a una, que coordinará el gobierno valenciano a través del Instituto de Investigaciones Económicas. Todo indica, pues, que nos encaminamos hacia una etapa donde las cosas serán examinadas con la prudencia y la minuciosidad que precisan estos graves asuntos económicos. En octubre, es decir, dentro de diez meses, si Dios quiere y el presidente Camps lo considera oportuno, la provincia de Alicante tendrá su plan estratégico.
De todo este guirigay que se inició con un discurso de Fernández Valenzuela sobre la marginación que sufría Alicante, queda una cosa clara: Francisco Camps ha impuesto sus intereses. Los ha impuesto, además, con una habilidad extraordinaria y una eficacia fuera de toda duda. Al jefe del Consell le han bastado unas semanas y un par de viajes a la ciudad para que la palabra discriminación desaparezca del vocabulario de los alicantinos. Alicante ya no está discriminada o, al menos, nadie lo dice. Y eso es lo realmente importante. En cambio, todo el mundo habla del plan estratégico como la solución para la crisis económica que avanza en la provincia.
Lo que empezó como un asunto de cierto interés que ponía sobre la mesa la situación de Alicante, se ha diluido al imponerse la razón política sobre la económica. No hay nada mejor que reunir una asamblea multitudinaria si lo que se pretende es llegar a ninguna parte. En las circunstancias actuales, es improbable que las conclusiones del plan estratégico entren en conflicto con la realidad oficial. A este punto nos ha conducido el afán de protagonismo de los empresarios y la inercia de los políticos y los sindicatos.
La única voz propia que hemos escuchado en este panorama -y, a nuestro juicio, la más sensata- es la del director de Futurelx, el profesor de economía Antonio Martínez. En unas declaraciones al diario Información, Martínez afirmaba que, con la crisis económica instalada entre nosotros, es hora de actuar, y no de elaborar planes estratégicos. Parece una afirmación llena de sentido común que, sin embargo, como acabamos de ver, no la suscribe todo el mundo. Los planes estratégicos, de estar realizados como es debido, son una herramienta de indudable provecho. Si se llevan a la práctica, y no se dejan durmiendo en un cajón -como sucede tan a menudo- pueden ser incluso excelentes. Ahora, su aplicación requiere un tiempo considerable. De haber realizado el trabajo un par de años atrás, nos sería ahora de una gran utilidad. Pero entonces, estábamos demasiado ocupados poniendo ladrillos y nadie quería hablar de crisis económica.
Para hacer frente al problema, Martínez cree necesario que se produzca la unidad de empresarios y políticos. "En situaciones de auge económico -ha declarado- no importa estar peleados, pero en una situación de crisis hay que liderar e ir todos juntos. No se puede estar en peleas y hacer planteamientos partidistas. Esta provincia no ha estado nunca unida, pero lo ha aparentado. Lo que ocurre ahora es que ni lo aparenta, y una desunión empresarial tan evidente la están aprovechando otras zonas". Es un diagnóstico que dibuja, de confirmarse, un porvenir difícil. Tan difícil que, me atrevo a decir, no lo remediará un plan estratégico, por muy perfecto que sea. En octubre, si el presidente Camps lo considera oportuno, hablaremos.
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