Can Broch: suaves caricias

Si pretendemos dar la ansiada paz a nuestro maltratado estómago después de unas fiestas consagradas al exceso gastronómico, nada mejor que recogernos en los suaves brazos de la templanza. O bien, como alternativa, depositarlo en expertas manos que lo mimarán, procurándole los cuidados que necesita para su recuperación. En Can Broch se adornan con la suavidad, y componen unos platos livianos a la vez que sabrosos, virtud que desea para sus hijos todo cocinero competente. Los pescados a la sal parecen el colmo de la liviandad, pero debemos probar la versión que hace Rafael Hernández de la merluza o el rodaballo con el mejunje que llaman "a la espalda" para apreciar que nuestra idea puede ser errónea, y que el ajo y la guindilla que se asoman a nuestra cabeza ante el citado nombre de la salsa, desaparecen como por ensalmo cuando probamos la que ofrecen en este restaurante. Además, platos de cuchara -como los arroces o las alubias con almejas- u otros, que nos preparan para un sólido final -tal que las alcachofas con queso de cabra y hueva de atún- con pescados y carnes en todo tiempo, con especial nombradía y afectuoso recuerdo de aquel ilustrado llamado Chateaubriand, que ha tanto tiempo que no probábamos.