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Otro 'alunizaje' en un centro comercial

Cuatro atracadores empotran un BMW contra la puerta de un complejo de ocio de Rivas.- Realizan varios disparos al aire.- Huyen con 3.000 euros.- Los atracadores usaron el mismo sistema que en el robo de Ikea hace un mes

Cuatro minutos. Cuatro ladrones. ¿Cuatro mil euros? Algo menos. La cifra exacta no se sabe aún, pero el botín del atraco a mano armada, sin víctimas, perpetrado a media tarde de ayer en una entidad bancaria del complejo comercial H2Ocio de Rivas-Vaciamadrid, a 17 kilómetros al este de la Puerta del Sol, era magro. No obstante, dos características alertaron a las decenas de compradores y empleados de comercios que a las 17.35 de ayer realizaban sus compras o las atendían en la segunda planta del amplio recinto: la audacia de los atracadores enmascarados y la semejanza del asalto con el sufrido en Ikea de Vallecas hace menos de un mes, el pasado 10 de diciembre.

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A bordo de un BMW gris metalizado, que rodaba por la calle de Marie Curie a la altura del número 17 a una velocidad estimada por testigos en 120 kilómetros a la hora, los cuatro pasajeros armados y con pasamontañas negros rebasaron primero una fila de bolardos blanquiazules de plástico; maniobraron después para estudiar la mejor entrada; se abalanzaron luego sobre un cerco de pesadas jardineras que circundaban el acceso más recóndito del gran edificio, para reventar con su vehículo las puertas acristaladas y corredizas que lo jalonaban. Tras el alunizaje, dieron la vuelta al automóvil y condujeron marcha atrás a toda velocidad por un deslizante pasillo interior del centro, flanqueado por escaparates de firmas comerciales. Recorrieron 20 metros antes de detener el coche junto a la oficina bancaria de la Caja de Castilla-La Mancha. Los asaltantes -ante el estupor de las empleadas María Jesús, Jacinta, Margarita y Alejandra, esta última una joven colombiana a la que estuvieron a punto de arrollar en su entrada frenética-, descendieron del vehículo. "Pegaron al menos seis disparos", dice la empleada M. J. con el rostro surcado aún por el pánico. Rocío, de otra tienda aledaña, matiza: "No oí tantos disparos, pero sí al menos dos y comencé a oler a pólvora".

Segundos antes de la irrupción de los atracadores, una joven que se aprestaba a salir por esa misma puerta a la calle para fumar contempló cómo los delincuentes acababan de embestir contra las jardineras colocadas para cerrar el acceso a los vehículos y, corriendo, se acercó hasta un punto de información donde gritó a una joven: "¡Avisa a los de seguridad, que van a atracar el centro!".

La joven avisó por su walkie-talkie a seguridad, mientras los atracadores ya se hallaban dentro de la oficina, cuyo acceso estaba abierto de par en par. En el interior del establecimiento financiero se encontraban dos empleados. "Luis pudo salir corriendo, pero a Raúl le pillaron dentro, le golpearon en la parte baja de la espalda y cayó al suelo", dice M. V., pareja de uno de los dos trabajadores de Caja de Castilla-La Mancha que se hallaban en la oficina.

Los asaltantes, uno de los cuales vestía con un suéter de nieve rojo, sacaron un mazo y comenzaron a golpear una puerta que da acceso a la caja fuerte de la entidad. "No pudieron forzarla", relata un directivo de la oficina bancaria. ¿Y entonces? "Cogieron dinero en billetes de 10 y 5 euros, las cantidades para el cambio que tiene la oficina".

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"El pobre Raúl se ha llevado un buen porrazo en la espalda", comenta con tristeza la joven pareja de otro de los empleados de la oficina bancaria de Rivas Vaciamadrid asaltada ayer tarde pistola en mano. Pero pronto se repone: "Sólo se llevaron una cantidad pequeña de dinero, creo que menos de 1. 000 euros...". Y al poco explica: "Mire, yo realizo trabajo social con delincuentes y me temía lo que acaba de suceder". ¿Por qué? "Pues muy sencillo: la oficina bancaria está demasiado cerca de la puerta de acceso al centro comercial y resulta una presa muy apetitosa para cualquier malhechor", subraya. Unos veinte metros separan el quicio de la surcursal bancaria de las puertas que el automóvil de los asaltantes tronchó, mientras sus cristales se hacían añicos y se desparramaban por el contorno.

"El sonido de los cristales rotos me asustó, creí que era una bomba; lo oí dentro de los probadores", explica Rocío, empleada de un comercio de ropa "y luego escuché dos disparos; a esa hora, más de veinte personas estaban dentro de la tienda y salieron corriendo al pasillo; el olor a pólvora me asustó muchísimo, pero después de que el corredor se llenara de gente que huía, los de seguridad nos dijeron que echáramos el cierre y nos quedáramos dentro de cada tienda". El cierre duró unos minutos interminables y una vez fuera, repararon el lo sucedido.

Para el directivo de la oficina atracada, la cifra sustraída puede ser inferior a 4.000 euros, pero no precisa su monto. "Aún no se ha evaluado". Y añade: "Lo seguro es que no han conseguido forzar la caja fuerte, ya que con el mazo sólo la emprendieron contra la puerta de la pequeña habitación donde se halla y luego salieron pitando".

La joven colombiana que casi resulta atropellada por los atracadores en su asalto, Alejandra, corrió despavorida hasta el establecimiento de otra planta donde trabaja. "Al llegar sufrió un desmayo", comenta la empleada de un supermercado cercano que la conoce. "Venía por la puerta que emplearon los atracadores para iniciar su turno de trabajo y topó con el atraco en plena ebullición", explica su jefe, que no le permite conversar de lo sucedido. Ella aún conservaba la tez pálida del sobresalto.

Los vigilantes de seguridad que pululan por el contorno no sueltan prenda, pero uno de ellos cree, sin embargo, que los asaltantes llevaban algunas armas largas. Pese al ruido de los disparos de armas de fuego, confirmado por varias testigos, no siguió muesca alguna de impacto balístico sobre las paredes del recinto, hecho que lleva a fuentes de la investigación a sospechar que, pese a la brutalidad del ataque, se trataba de armas de fogueo. Datos ciertos eran: el enmascaramiento de los cuatro asaltantes con sendos pasamontañas negros; las señales de los neumáticos estampadas sobre el hormigón de la entrada de H2Ocio de Rivas Vaciamadrid; y las jardineras rotas para facilitar el asalto. Entre testigos y vigilantes flotaba el recuerdo del reciente asalto del centro mobiliario sueco Ikea de Vallecas, apenas a 7 kilómetros por la misma carretera, hace menos de un mes: armas, sorpresa y audacia motorizada. Eso sí, con abolladuras visibles sobre el vehículo huido, el cuerpo del delito, localizado anoche por la Guardia Civil.

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