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Reportaje:Octavos de final de la Copa del Rey

Todo empezó en Lieja

Valverde abrió de par en par su ideario futbolístico cuando el Athletic goleó 1-7 al Standard

Todo empezó en San Mamés. O quizás en Lieja. El 16 de diciembre de 2004, el Athletic goleaba 1-7 al Standard en un estadio Maurice Dufrasne enmudecido que presumía de tener una estruendosa afición. Ese fue el cenit de Ernesto Valverde, un entrenador sobre el que algunos habían cernido todas las dudas del mundo por su escaso currículum cuando Zubizarreta le propuso en el verano de 2003 como entrenador del Athletic. Tantas fueron las inquinas personales de algunos, que le obligaron a salir de Bilbao tras haber firmado las mejor clasificación (5º) del Athletic desde 1998.

Con el Athletic, Valverde reprodujo todo lo que había aprendido y aportado al fútbol como jugador, sin importarle demasiado el valor inmediato de la plantilla que manejaba. Como futbolista, Valverde fue un extremo dinámico, que podía jugar en ambos lados (mejor en la derecha), con tendencia a trazar diagonales en busca de la portería, pero sin descartar el uno contra uno. También podía ser un media punta para construir paredes que rompieran las defensas rocosas. Quizás eso explique por qué adora tanto la movilidad en el fútbol y la velocidad en los movimientos.

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Dos años en Bilbao le bastaron para comprender que hay que apostar por lo mejor que se tiene. Fiel al influjo de Cruyff (su entrenador en el Barça), recogió la agilidad y el valor de los futbolistas, pero le añadió el orden de Irureta para que los equipos no se descontrolen y el gusto por el balón que cultivaba Juup Heynckes. Ambos le entrenaron en el Athletic y no sólo siguió sus órdenes sino que las interiorizó para pasarlas después por su tamiz. A sabiendas de que el Athletic que dirigió entre 2003 y 2005 rezumaba tanto poderío ofensivo (Urzaiz, Etxeberria, Ezquerro, Yeste, Guerrero) como flaqueza defensiva, apostó por lo primero, al tiempo que iba probando la cantera. Ya entonces jugó con cuatro delanteros, por delante de un Orbaiz cerebral que alimentaba a diestra y siniestra.

Como en el Espanyol, el Athletic arrancaba con dificultad, como si la primera y la segunda velocidad fueran más largas de lo previsto. Pero Valverde nunca se apeó de sus principios: cambió de futbolistas, retocó posiciones, adecuó los dibujos, pero el espíritu fue siempre el mismo. En el Espanyol, su apuesta se ha sublimado.

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