Cambio de poderes en Suramérica
Al contrario que en Europa, los equipos modestos triunfan ante la pérdida de influencia de los conjuntos históricos
Hace dos semanas, el Colo Colo de Chile dio la última vuelta de honor de 2007 en Suramérica, la cuarta consecutiva en dos años. Es el club con más hinchada del país andino y a nadie debería sorprenderle, salvo por un detalle: su éxito es un hecho excepcional en el continente. Una serie de factores se vienen mezclando desde hace algunos años en el fútbol suramericano para darle un revolcón a la historia: hoy, al contrario de lo que ocurre en Europa, los equipos grandes son mucho menos grandes, y los pequeños van ganando espacio y títulos a paso firme.
No hay más que repasar el último listado de campeones y subcampeones para encontrar nombres semidesconocidos: Lanús, Tigre, Universidad de San Martín de Porres, Coronel Bolognesi, La Equidad, Sportivo Luqueño, San José de Oruro... En cambio, los triunfos de históricos como Boca, River, Peñarol, Nacional, Universitario, Alianza, Olimpia y Millonarios casi han desaparecido.
En los clubes grandes, el negocio está en ocasiones por encima de los títulos
La moda de los torneos cortos ayuda a la consagración de los equipos pequeños
En las últimas temporadas se han asomado a la cumbre, ya sea en sus Ligas o en las Copas continentales, modestísimos conjuntos que hasta hace una década ni siquiera podían soñar con semejantes logros. Sao Caetano y Atlético Paranaense de Brasil jugaron sendas finales de la Copa Libertadores; Arsenal de Sarandí y Cienciano de Cusco han alzado el trofeo de la Copa Suramericana; Deportivo Pasto y Deportivo Cúcuta en Colombia, Rocha F. C. en Uruguay y Real Potosí en Bolivia se dieron el gran gusto de gritar ¡campeones! por primera vez en su historia. Algo pasa en el fútbol del otro lado del Atlántico.
"Para mí hay dos razones fundamentales que explican la transformación", señala Jorge Barraza, Director de Comunicación de la Conmebol (Confederación Suramericana de Fútbol). "Por un lado, el éxito feroz, que obliga más a los clubes grandes que a los pequeños. Y por otro, el cambio en el mercado de transferencias. Antes, Peñarol de Montevideo fichaba al mejor delantero del Rampla Junior para que le marcara goles al equipo donde se formó; hoy, el Rampla lo vende directamente al Getafe o al Catania".
Un breve rastreo por el continente permite confirmar el diagnóstico. Francisco Cairo, editor de Deportes del diario Perú 21, aporta datos contundentes: "Miremos a los grandes de Lima esta temporada. Alianza apostó a la Copa Libertadores, donde sólo sacó un punto en seis partidos; después renovó mal la plantilla y fue sancionado con un descuento de cuatro puntos por el impago de una deuda. Universitario tuvo tres entrenadores durante el año y un presidente sancionado por intento de soborno. Y Sporting Cristal echó a su director técnico antes de mitad de año y estuvo a punto de descender. Coronel Bolognesi, un modesto club de Tacna, contrató en cambio un nuevo entrenador en abril, y sus dirigentes creyeron en el proyecto pese a que tuvieron que esperar diez partidos para ver ganar al equipo: ocho meses más tarde, el Bolo fue campeón del Clausura. Esa palabra, proyecto, en los grandes no existe". Desde Buenos Aires, Ariel Scher, editor jefe de Clarín, abunda en la idea: "El show funciona bajo la lógica de la urgencia, y en ese contexto, los clubes pequeños tienen más tiempo para formar un equipo. En los grandes todo es muy caótico".
Sobre la histeria de unos y la paciencia de otros se suma el factor exportador. "Todo es un largo camino hacia Europa", resume Scher. Y en esa senda, también los grandes llevan las de perder. "El escaparate de Boca o River no es igual que el de Lanús o Danubio", explica el uruguayo Quique Lujambio, conductor del programa radiofónico Tribuna Caliente. "Luis Suárez, el chico que ahora está en el Ajax, le duró seis meses a Nacional de Montevideo; Carlos Villanueva, la nueva perla del fútbol chileno, lleva tres años peleando el campeonato en el Audax Italiano. Los equipos pequeños, aunque periódicamente transfieran a sus figuras, pueden mantener una estructura, la base de su plantilla, que además suele provenir de la cantera. Los grandes son más compradores que formadores y venden antes". El caso de Peñarol es revelador. En junio se fueron 16 jugadores y llegaron 17: acabó 13º.
Como si esto fuera poco, aparece la habitual dosis de corrupción. "Los clubes grandes son escenarios donde actúan infinitos representantes a los que les interesa el negocio por encima de los títulos", dice Scher. "En Nacional y Peñarol hay ex dirigentes que son dueños de los pases de muchos futbolistas. Les importa más vender que ser campeones", concluye Lujambio.
La moda de los torneos cortos ayuda además a la consagración de los pequeños. "Todos los directivos de equipos chicos votaron a favor de este sistema de campeonato. Por una cuestión económica, ya que en playoffs recaudan más dinero que el resto del año; pero también porque deportivamente les otorga más posibilidades de pelear por algo", apunta Leonardo Burgueño, Jefe de Deportes del periódico La Tercera, de Chile. En Brasil, único país del continente que mantiene un torneo tradicional de 38 jornadas, São Paulo, Santos, Corinthians y Cruzeiro se reparten los últimos títulos.
Quique Lujambio añade un matiz sociológico. "El fútbol siempre tuvo un componente de identificación, de amor a la camiseta", sostiene. "Si algo queda de eso, sólo se da en los clubes pequeños. Además, el jugador inteligente sabe que tiene más posibilidades de llegar a Primera en un club modesto".
Y, por último, la importancia de la retransmisión masiva de partidos. "Hoy los árbitros no tienen tan fácil favorecer al club más popular", indica Jorge Barraza. Aunque hay quien ve en ese punto el fin de esta historia. Los dueños del negocio necesitan las victorias de los poderosos para vender sus productos y más de uno se pregunta hasta cuándo aceptarán campeones con hinchadas escasas y poco consumidoras.
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