El rock infantil de El Gafotas
El cantante de Deluxe encandila a los niños en un exigente concierto en el Círculo de Bellas Artes
Faltaba Jack Black, pero el salón de columnas del Círculo se transformó ayer por la tarde en una inusitada escuela de rock. Y el maestro no respondía al nombre de Manolito, pero no dudó en darse a conocer ante la concurrencia como "El Gafotas".
"Yo también fui pequeñito, ya tenía gafas, me llamaban gafotas y me daba igual", se presentó el coruñés Xoel López, cantante y alma de Deluxe. Adalid del rock independiente en horario nocturno, López se transformó por una vez en vespertino Hamelin navideño. Y salió airoso de la prueba. "¡Menudo público exigente!", concedió entre resoplidos.
Hizo casi de todo. Interpretó media docena de temas de su último álbum, Fin de un viaje infinito, pero también se atrevió con el Duerme, negrito, de Víctor Jara -"porque me la cantaba mi mamá"- o el Cucurrucucú, paloma, un clásico mexicano que tuvo oportunidad de aprender a través de su admirado Caetano Veloso y que jamás había interpretado en directo. El tema surgió en la mismísima prueba de sonido y se enriqueció con las aportaciones de Álvaro y Tuli, su flamante sección de metales.
Una niña: "Había partes con menos ritmo; he bostezado un poquitillo"
Xoel López no perdió la oportunidad de ilustrar a los presentes sobre las diferencias entre un aplauso -"sólo un golpe seco, que suene ¡plas!"-, medio aplauso o el "aplauso lluvia". Este último, que se produce entrechocando sólo los dedos índices, imita "el sonido de las gotas de la lluvia cayendo sobre el asfalto, como hoy en Madrid". Y tras preguntar a la chavalería cuántos eran "de los Beatles" y cuántos "de los Stones", destapó sus propias cartas con una aclamada versión de Help!
"Le estoy esperando para hacerme una foto con él y preguntarle por qué no tocó Que no y Saque, que son mis favoritas", apuntaba a la salida una muy documentada seguidora, Julia Rodríguez, de siete años, mientras su padre desenfundaba la cámara de fotografía digital. Su hermano Mario, de cinco, también hilaba fino: "Lo que más me gustaba era el sonido que le sacaba a la guitarra". Y Juana, de ocho, confesaba que se tronchó con Juan de Dios, el bajista, "que no ha parado de hacer el ganso en todo el concierto".
Pero el espectador infantil, como intuía Xoel, pone muy alto el listón. Y Raúl Vallejo, de 10 años, no parecía del todo satisfecho al abandonar el local. "Había partes con menos ritmo en las que he bostezado un poquitillo". Marina, compañera de curso, asintió con la cabeza. "A mí me estaba pasando lo mismo hasta que ha cantado la de los Beatles".
Jóvenes, marchosos e implacables espectadores para las gafas más ilustres del indie peninsular.
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