Final de Roland Garros
Seguramente, medio planeta tenista soplará para que Roger Federer, quien probablemente llegará con el primer torneo grande del año en su bolsa de raquetas, logre su primera victoria y, así, se cumpla el sueño justo de que por fin el mejor de la historia triunfe en el mundial de arcilla, paso inevitable hacia el grand slam; seguramente, la mitad del otro medio planeta, los amigos del esprit maudit, del campeón imperfecto, los amigos de Rafael Nadal, soplarán para que el mallorquín vuelva a imponerse en su torneo fetiche, que logre su cuarta victoria consecutiva y se acerque un peldaño más a las seis de Bjorn Borg, un hito que se consideraba inalcanzable hace no tanto; la otra mitad del medio planeta, seguramente, preferiría, dados a elegir, que Nadal plantara de una vez su raqueta junto a la de Manolo Santana en la hierba de Wimbledon, pero, curiosamente, el zurdo de Manacor, ha pedido otro deseo a los Reyes en su carta. "Dado que los Juegos Olímpicos sólo se celebran cada cuatro años, no me importaría", les dice, "ganar la medalla de oro en Pekín". Qué gusto tan poco tenista...
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